11 de mayo de 2009

Un principio olvidado. Reflexiones finales.

Iniciamos nuestro recorrido enfocando el territorio de las diferencias. Quiero que abriendo las puertas al tiempo por venir, se sumen algunas reflexiones más. Ellas apuntan a volver a conectarnos con el otro punto del alfa y el omega: lo que une e identifica a los seres humanos.

¿Qué subyace en lo múltiple y en lo diverso, en los valores más profundos de nuestra humanidad? ¿A qué principios damos vida en estos tiempos que nos llevan a encontrar, cada vez más cerca y más claro, los rostros luminosos y los oscuros del mundo que estamos entre todos, construyendo?

Antonio Baggio compiló “El Principio Olvidado: La Fraternidad.- En la Política y el Derecho-” (2006). Esta obra con la riqueza de artículos que la integran, comienza reconociendo los problemas aún no resueltos por la democracia y plantea un interrogante que, a su vez, se convierte en su hipótesis central: ¿la falta de presencia activa en el escenario político de la idea de fraternidad y las dificultades para dar concreción plena a la libertad y a la igualdad, pueden estar causalmente entramadas? ¿Es posible entonces, que una puesta en valor de la fraternidad revierta positivamente también, en las aspiraciones de igualdad y libertad?

Desde ese planteamiento: ¿Qué resuena en nosotros a partir del abordaje de esta obra? ¿Cómo calza la pregunta en otros contextos y escenarios que integran también, el vasto escenario de la primera y más amplia comunidad: la humana?

Negociar en el marco de diferencias culturales con una plataforma centrada en valores y principios, pensamos, es un panorama abierto para contribuir también, con la construcción de una cultura de la convivencia creadora. Y esta es, su proyección social. ¿Qué nos une? es una pregunta que atraviesa todo nuestro recorrido. En esta mirada entonces, es posible dar respuesta a los legítimos deseos e intereses confluyendo, al mismo tiempo, en la ruta del bien común; asumir creativa y positivamente, los retos que el encuentro con las diferencias puede presentar a nuestra humanidad con sus mapas, sus emociones, sus necesidades de certidumbre y de similitud.

A lo largo del camino, y atravesando modelos y capacidades han estado presentes interrogantes que tienen respuestas, reflexiones para pensar y tal vez re-pensar, algunas ideas, juicios de valor, supuestos. Hay una apasionante búsqueda de patrones que conectan, de plataformas profundas de unión que abracen a la diversidad; de valores y creencias que, sin temer al disenso ni negar al conflicto, calen más hondo para caídos uno a uno los velos, llegar a ese universo pequeño y grandioso donde el “yo soy” y “el otro es” late en un reconocimiento simple y pleno de verdad: nuestra común humanidad.

Hemos hecho un alto final. Ahora continuamos el camino con un renovado compromiso con el pensar, el sentir y el hacer en dirección al horizonte deseado. En esta empresa vital de conjugar el lenguaje de la paz; de la coexistencia creadora; del diálogo; de la inclusión, de la justicia y el desarrollo, de los valores que, en definitiva, permiten una vida digna y con significado, todos tenemos un lugar y estamos llamados a participar. Tu aporte es necesario y vale. ¿Colaboramos?


SANTA MARÍA, Ma. del Carmen, La negociación en situaciones desafiantes, La Crujía Ediciones, Colección Huanacauri. Buenos Aires, 2008, pp. 149-150.

La negociación en situaciones desafiantes - Prefacio

El corazón de esta obra se centra en el presupuesto que es posible construir con las diferencias. El derrotero humano a lo largo de la historia presenta, sin embargo, facetas cambiantes, a veces acompasadas e integradoras, otras contrapuestas y violentas, que surgen en movimiento dinámico y pleno de matices, cuando en un cruce del tiempo y el espacio los seres humanos toman contacto con el otro y su alteridad.

El impacto del encuentro con lo que es distinto habla el lenguaje de nuestra propia humanidad. Asumir la visión y el compromiso activo de coexistir positiva y ecológicamente, con lo múltiple y lo diverso, -que como un espejo, reflejan a la naturaleza y a la vida-, implica reconocer sus encrucijadas, sus potencialidades y sus desafíos. Demanda además, explorar caminos creadores de una cultura de la convivencia; y darles realidad a través de valores, actitudes y conductas.

En esa dirección, la hipótesis que sustenta este abordaje, es que la negociación tiene un campo de especial aporte en el manejo constructivo de las diferencias culturales. Los escenarios posibles para su despliegue muestran, no solo situaciones problemáticas y conflictos, sino también, procesos de cambio, transiciones entre un ciclo que es necesario dejar atrás y un nuevo tiempo que aún no ha llegado, y proyectos a futuro cuya naturaleza, o escala, hace conveniente compartir.

Vale explicitar de inicio, el contenido y alcances que, a efectos de esta obra, asignamos al concepto de “diferencias culturales.” Entre 1996 y 2001 la Universidad de Sttugart reunió a un grupo de intelectuales para que expusieran sus ideas alrededor de una “Teoría de la Cultura”; disertaciones que vieron la luz compiladas bajo ese mismo nombre. Gerhart Schröeder en el prólogo de la obra, advierte que una debilidad actual del concepto es que, si todo se ha vuelto cultura, ya no es posible consensuar un punto de vista a partir del cual se pueda pensar en la articulación de una teoría. Definida como la totalidad del conocimiento transmitido socialmente, más el conocimiento duro que son los productos; delimitada por elementos objetivos comunes, como lengua, historia, costumbres, tradición, religión, instituciones, más la auto-identificación subjetiva de las personas, entre otras, el concepto de cultura admite pues, diversas interpretaciones. Por ello, la necesaria precisión operativa.

De las distintas perspectivas, adoptamos la que conceptualiza a la cultura como una relación social entre los miembros de un sistema organizado; este enfoque de la cultura surgiendo de las interrelaciones entre las personas pone eje, en especial, en las presuposiciones, prácticas, y reglas implícitas y explícitas, normas, creencias, valores, usos y costumbres, expectativas, que conforman, entre otros, la constelación, la matriz donde se desenvuelven las interacciones. Las culturas y sus componentes tienen, por su parte, estabilidad y dinamismo, como las relaciones y como la vida. Evolucionan.

Desde nuestra mirada entonces, el concepto no se circunscribe a sistemas sociales definidos por factores objetivos, como la data etnográfica o la lengua. Una organización social o económica, un partido político, una institución pública, la familia, constituyen también culturas con sus propias lógicas, con sus propios postulados.

Y en este marco ampliado es que planteamos el tema de las diferencias culturales. Estas pueden tener origen, no solo en la diversidad de factores objetivos como los señalados, sino además, en la interacción con valores, reglas, prácticas, creencias y presupuestos disímiles, provenientes de organizaciones e instituciones más allá de su forma.

Las dimensiones culturales se proyectan sobre actitudes, hábitos, estilos y modos de pensar y adoptar comportamientos. Influencian igualmente, en como se relacionan y comunican las personas, trabajan, producen y crean; en como resuelven sus conflictos y toman decisiones. También, entre otros vectores, en como dan vida a valores sustantivos para las relaciones sociales. El encuentro con lo que es distinto en éstos y otros niveles, -y sus efectos y resonancias- nos interpela para sustentar horizontes constructivos.

Y en la ruta hacia ese estado deseado, proponemos a la negociación.

¿Con qué notas especiales concebimos a la negociación actuando en el campo de las diferencias culturales?

En primer lugar, planteamos una negociación centrada en principios. Este enfoque negociador tiene cualidades intrínsecas, que nos llevan a elegirlo. Si bien vamos a ahondar en el tema, destacamos entre esos atributos, a su visión integradora.


Guiando al modelo y a los recursos operativos, la visión reconoce la interdependencia con que se entraman los objetivos y las relaciones de quienes participan en una situación negociadora. Incorpora también, como posible, el logro de un resultado que traduzca las aspiraciones de todos los protagonistas. Esta visión se proyecta en el nivel de identidad: el otro - con quien se va a interactuar en una mesa real o virtual, -y sus diferencias- no se define como un enemigo, un adversario a quien derrotar, negociación por medio; se percibe como un par con quien se comparte un problema, un desafío, como un compañero, circunstancial o no, en el camino de encontrar una resolución conjunta.

El enfoque que sustentamos no habla de homogeneidad ni de anular, en consensos o acuerdos resolutorios, las legítimas y singulares aspiraciones de cada parte. Nos propone, por el contrario, alcanzar como meta el mejor resultado posible, -con acuerdo o sin acuerdo-, y donde cada uno pueda encontrarse y reconocerse; donde compromisos y decisiones han sido asumidos con conciencia y libertad.

No es un planteamiento utópico o distante de materialización. Pongamos un ejemplo significativo; no es el único en el rico tapiz donde los seres humanos muestran su vocación y su capacidad de construir con las diferencias.

La transición que España llevó a cabo, de un sistema autocrático y aislado internacionalmente a la realidad que hoy ofrece, con la calidad de sus instituciones, las oportunidades crecientes de desarrollo sostenible y bienestar, la presencia relevante en Europa y en el mundo, ofrece múltiples puntos para la referencia, -no recetas- que de eso se trata cuando se aspira a aprender de una experiencia.

Los Pactos de la Moncloa, suscriptos el 25 de octubre de 1977, suelen ser evocados, cada tanto y en distintos contextos como un hito significativo en la gran arquitectura de la transición española. Han despertado interés de manera sostenida, - a veces epidérmica- en especial en países de América Latina enfrentados en numerosas oportunidades al desafío de encontrar polos de integración de sus fuerzas políticas, económicas y sociales, para resolver crisis y promover un crecimiento sustentable.

Estudiosa apasionada de estos temas vengo poniendo una especial mirada. No se fundamenta en su texto, en su contenido, -que respondió de hecho, a las necesidades de un contexto específico-, si no en su espíritu y en sus claves. El propio José Luís Leal, artífice de la versión económica de los Pactos, -actuación por la que la Universidad de Alcalá de Henares le concedió en 2002, el Doctorado Honoris Causa- en una entrevista concedida al suplemento económico del periódico español “El Mundo”, en octubre de ese mismo año, manifestó que en la España actual no tendría sentido pensar en una reedición de estos Acuerdos. Cambiaron las situaciones; se modificaron los escenarios, las necesidades y las urgencias.

¿Qué nos dicen entonces sus notas esenciales, acerca del poder del consenso en situaciones desafiantes, no solo de naturaleza socio-política? ¿Qué nos brindan, al indagar en lo profundo y sustantivo de su mapa, que sea susceptible de inspiración y utilidad en otros entornos, en otros tiempos y en otras latitudes?

De la riqueza que podemos encontrar vamos a traer aquí, tan solo aquellas sucintas reflexiones que refieren a nuestra hipótesis.

En los inicios de la transición, España atravesaba una situación socio-económica de suma gravedad. La población sufría en su vida cotidiana los efectos del estancamiento económico, la deuda externa y una creciente espiral inflacionaria. A estas circunstancias se sumaban, por una parte, la crisis energética que, instalada en el panorama mundial, incidía con fuerza en España como país importador de energía, y por otra, el desempleo que crecía al ritmo de la desaceleración económica.

En este crítico contexto, Adolfo Suárez, como Presidente del Gobierno electo por las urnas, comenzó a encarar la búsqueda de respuestas. José L .Leal, como Director General de Política Económica tuvo entre sus misiones, la de explicar a los sindicatos la necesidad de proceder a un ajuste económico, -que involucraba moderar las demandas salariales- con miras a detener y revertir la inflación que amenazaba con continuar su escalada, si no se adoptaban urgentes medidas.

La preocupación estaba también, en las fuerzas políticas. El clima ofrecía posibilidades para agudizar las tensiones y conflictos o para cooperar. España eligió este último camino. La proyección de sus efectos en el tiempo, los logros alcanzados, argumenta por sí sola acerca de la decisión.

Observemos ahora, algunas líneas de interés. Los partidos políticos tenían entre sí, diferencias ciertas. El arco político que participó en el proceso abarcaba desde la Alianza Popular (hoy Partido Popular) al Partido Comunista Español, legalizado cinco meses atrás. Convocados por el Presidente Suárez para una mesa compartida, las percepciones acerca del sí mismo y de los otros resultaron de inicio, determinantes. ¿Quién soy yo en este escenario? ¿Quién es el otro? nuevamente las preguntas. Podemos imaginar las opciones de competencia destructiva, de reabrir heridas o formular agravios, de llevar “agua para el propio molino”. No fueron éstas las rutas transitadas. Desde sus diferencias, y sin renunciar a ellas, desde sus fuertes identidades partidarias, definieron un nivel superador en base a valores: los líderes se encontraron y reconocieron en el valor aglutinante de la hispanidad y en su identidad profunda y definitoria: eran españoles. De allí su compromiso activo e irrenunciable con el “para quién más”: el país y su gente; el presente y el futuro de España.

Entre los supuestos y creencias subyacentes que podemos inferir, “los otros” no fueron enemigos a quienes correspondía derrotar; por ende tampoco los encuentros adquirieron escenografías de contiendas, de intolerancia, de batallas con ganadores y perdedores. Si bien el disenso y los momentos de conflicto estuvieron presentes, buscaron jerarquizar los puntos susceptibles de consenso por sobre las diferencias radicalizadas y fragmentadoras.

Abocados a la búsqueda de caminos para resolver la encrucijada, la trama de las relaciones, -uno de los factores centrales-, registró esta impronta. La negociación fue crucial. El estilo determinante.

Resulta de interés en función de lo expuesto analizar el “Resumen de Trabajo”, aprobado el 9 de octubre de 1977 en el contexto de las reuniones que en el Palacio de la Moncloa, llevó a cabo el Presidente y demás miembros de su gobierno con los representantes de todo el arco parlamentario. Este Documento explicitó criterios previos para la labor, que fueron consensuados; en su párrafo final consignó que, sobre las bases del entendimiento temporal al que se había arribado, y “respetando la autonomía de los diversos partidos políticos y de sus correspondientes programas, proseguirán los contactos, abriéndose por delante un proceso de dinámica y flexible negociación.”

Enmarcada en el respeto y el reconocimiento de la singularidad de cada una de las fuerzas políticas, la flexibilidad marcó el territorio del diálogo, de la superación de posiciones rígidas para encontrar territorios de encuentro. Autonomía y flexibilidad no fueron entonces, lenguajes opuestos sino complementarios. Así lo probaron en su labor durante el procedimiento y dieron cuenta de ello en los resultados

Los choques, el cruce de opiniones y las divergencias no estuvieron, como es de imaginar, ausentes. Eligieron empero, con criterios propios de la sabiduría política, privilegiar el propósito noble y la concepción noble de hacer política. No estuvieron centrados en su propio beneficio, sin embargo, o justamente por ello, cosecharon el respeto, la credibilidad y la confianza del pueblo español. El escenario más amplio ha valorado también a la experiencia y a sus actores. Trascendieron así, a una proyección internacional tal vez impensada.

Es factible marcar otras líneas sustantivas en la cartografía de los Pactos, por ejemplo, que junto con la conciencia de la situación crítica de la que era necesario despegar, se contaba, como polo atractor, con una imagen deseable de futuro de la España hacia la que avanzar. Se puede iluminar igualmente, la participación positiva de otros actores internos y la influencia estimulante del contexto más amplio; destacar además, la serenidad y confiada espera del propio pueblo. Justo es reconocer por otra parte, que este es un modelo de referencia; que hay también, experiencias aleccionadoras en diversas áreas de la acción humana y en otros momentos y lugares. Destacamos sí, que este gran acuerdo parlamentario, hito en la transición pacífica evaluada como la más exitosa del siglo XX, nos reafirma una vez más, y con la elocuencia de los hechos, que las fuerzas de la creación, el impulso hacia el bien común hacen posible hacer puerto profundo en lo similar y enriquecerse y construir con las diferencias. Ilumina asimismo, las posibilidades de la negociación sustentada en principios.

La predisposición al diálogo y la capacidad de dialogar con quien tiene posiciones e ideas diferentes es vital. Se trata de crear una atmósfera de genuino intercambio, de darle paso a la oportunidad de explorar más allá de las fronteras de los propios mapas, de las propias representaciones; de celebrar, en definitiva, la convivencia con sus matices y sus tensiones creadoras. De eso se trata también, cuando queremos vivir en la dinámica de una auténtica cultura de la democracia.

En la hipótesis de esta obra, la otra nota diferencial que planteamos es que negociar en el marco de diferencias culturales requiere una particular y específica preparación, no solo en cuanto al diseño del procedimiento y la actuación en terreno, sino, además, en relación con la puesta en valor de las capacidades del negociador.

En función de lo expuesto hemos desarrollado dos paisajes, cada uno con sus respectivos capítulos. Para iniciar el viaje, trazamos una ruta que nos lleva a compartir ideas-ejes, hipótesis y preguntas acerca de las diferencias. Desde la textura humana que subyace en ellas, atravesamos luego dimensiones claves: las percepciones, filtros y mapas personales y culturales y su resonar en actitudes y conductas hacia lo que es culturalmente distinto. Las emociones plantearon su lugar; y sí, ellas tienen mucho que decirnos en su particular idioma, cuando de semejanzas y diferencias humanas se trata.

El tratamiento de los temas contiene una invitación a pensar, a plantearnos, y quizás replantearnos, supuestos, conceptos, juicios de valor, representaciones, sobre este apasionante campo. Incorpora en su transcurrir, recursos para actuar; busca sembrar además, en esos territorios profundos donde interactúan creencias y valores, se despliega el sentido del sí mismo y el propósito de vida, se despiertan y afirman actitudes.

El segundo campo abarca específicamente a la negociación en el escenario de diferencias culturales. Proponemos en él, una cartografía para las dos etapas sustantivas: la preparación para negociar y la negociación en acción y su dinámica. Cada una de ellas, se diseña con los hitos y estaciones centrales de sus mapas y articula, al compás del recorrido, los recursos y habilidades centrales que proponemos incorporar. Conecta también, en lo esencial, con el campo anterior.

Coincidimos con Robert Dilts en que el auténtico rendimiento de una habilidad interrelaciona dos dimensiones: la conciencia y la competencia. En un ámbito complejo, rico y sensible como el que abordamos, postulamos pues, que técnicas, modelos orientadores, destrezas a potenciar o desarrollar, compartan y convivan, aún para su misma eficacia, con esos espacios donde el conocimiento se une con la comprensión, dando vuelo y tierra firme a la práctica.

El abordaje que sustenta la obra reconoce el aporte del modelo de negociación desarrollado por la Universidad de Harvard, así como de disciplinas vinculadas con la comunicación, especialmente Programación Neurolingüística. El transitar por la ruta involucra además, pensamientos de otras áreas de la creación humana y un enfoque de sistema, infaltable en una mirada que aspira a ser abarcadora.

Algunas reflexiones acerca del proyecto de negociación y del ámbito académico del que surge. Cuando comencé a interesarme en el tema, la negociación basada en principios fue la concepción elegida. La claridad organizadora de sus elementos centrales y sobre todo, su plataforma en valores coincidían con mis propias raíces. Atravesar la lógica del conflicto para transitar hacia la lógica de la cooperación, fundamento central del proyecto, sigue siendo uno de los desafíos centrales de nuestro tiempo.

Mi mapa del mundo incluye por su parte, la excelencia que puede provenir de una universidad privada y de una universidad pública. Cuenta en cada caso, su visión, sus valores y su logro. No selecciona pues, en función de esas categorías; tampoco excluye.

Cuando tuve la oportunidad de realizar un entrenamiento en Harvard, encontré que sus profesores, -creadores del proyecto y mediadores y negociadores de relevancia internacional-, daban, realmente, vida a los principios. El espíritu de equipo presente en cada momento; la colaboración cálida y –sin horario-, con los participantes; la sencillez de los disertantes y de las aulas que permitían centrar en lo esencial: el valor del contenido y de la calidad del docente, favoreciendo a su vez el rico intercambio, profundizaron en mi un mensaje que considero esencial, sobre todo para quienes trabajamos en estos temas: la congruencia. Pienso que desde esa autenticidad, desde ese compromiso que asume que cada acción cuenta y da señales, es que se puede hacer, cada uno a su ritmo y a su medida “la diferencia que hace la diferencia.”

En el abordaje que proponemos la plataforma ética tiene por su parte, una importancia crucial. El respeto, como uno de los valores infaltables, es esencial en la actitud y el abordaje de las diferencias. Un respeto que, al decir de Humberto Maturana, involucra el reconocimiento y aceptación del otro como diferente, legítimo y autónomo.

El pluralismo, que es sustancial en la construcción de una cultura democrática, acepta y consolida a la diversidad y al disenso, -así como al diálogo y al consenso-, como valores que también forman parte del tejido que promueve la evolución de las personas y de las sociedades. Esto no implica una posición relativista; no todo es negociable, no siempre se llega a consensuar; el conflicto y sus tensiones laten también en la trama, y es parte del desafío la gestión de las divergencias de modo que se expresen en una dinámica constructiva.

William L. Ury desde su formación como antropólogo, destaca que una de las claves de la supervivencia humana ha sido la capacidad para colaborar en el trabajo, con miras a alcanzar metas comunes. El conflicto no ha estado ausente en la lógica de vida de nuestros antepasados cazadores y recolectores; no obstante, en su transitar, concluían que con la cooperación se beneficiaban todos, mientras que todos, o casi todos, perdían con la pelea.

¿Perspectivas ancestrales?


SANTA MARÍA, Ma. del Carmen, La negociación en situaciones desafiantes, La Crujía Ediciones, Colección Huanacauri. Buenos Aires, 2008, pp. 11-18.

Dibujando fuera de los márgenes - Conclusión

Haber recorrido junto a Raúl Zibechi el universo que están trazando en este momento los movimientos sociales en el marco de América Latina, me permite subrayar algunos aspectos conclusivos.

Dialogamos con Raúl hasta último momento, unas pocas horas antes de mandar el libro a la editorial, decíamos: los escenarios latinoamericanos están en permanente cambio. Difícil de dar fin a esta película. Aquí lo interesante en materia de movimientos sociales, y de la sociedad que se está moviendo, es que se trata de un fenómeno vivo, dinámico, cambiante, con marchas y contra marchas.

Desde los discursos académicos, los vínculos con el Estado, antiguos y nuevos movimientos sociales, organizaciones no gubernamentales y sociedad civil en general, parecen recorrer el camino del desencuentro. Sin duda cada una de estas realidades lee a las otras desde importantes cuestionamientos. Al mismo tiempo, en este trabajo, se cuestiona al Estado moderno, pero no se deja de reconocer que la modernidad fraguó esa posibilidad que es la democracia. Rescatamos en esta línea que Zibechi, aun si crítico con el Estado moderno, y no menos con los antiguos movimientos como los sindicatos, no deja de reconocer el papel central del tiempo en la evolución indispensable de nuestras sociedades. Ese sin prisa y sin pausa, alumbra una clave de transformación de la sociedad, que es reconocer que el universo de las relaciones vinculares, las relaciones sociales, lleva sus propios espacios, tiempos y actúa como camino y como fin en simultaneidad.

Más de un político amigo, en distintas ocasiones, me subrayó ciertos recortes de los movimientos sociales en relación a la dimensión política. Y estoy agradecida porque me permitió aguzar la investigación al respecto. Pude llegar a valorar algo que, me parece, es darle una vuelta más a la concepción misma que la modernidad nos dejó de lo político. Desde el universo de los principios siempre nos remontamos a considerarlo “como el arte de armonizar la convivencia humana”. Y bien, hay algo que los movimientos ofrecen a la sociedad, parecería ser el “escenario de la cotidianidad” desde donde comprender la política impactando en la totalidad de la vida. Esta dimensión, ya no fragmentada como una actividad más, sino como la vida de toda la persona y la comunidad, donde cada acción, por su ser social, en relación con otros, es decididamente incidencia política. Este aporte no lo “leemos” en conflicto con la política clásica, entendemos que la enriquece, aportando formación a la ciudadanía que hoy desde distintas instancias e instituciones tanto se promueve y se espera.

Hay en el trabajo de Zibechi sobre esta temática, otros tres elementos a subrayar: el primero, la concepción de integración de la vida en todas sus múltiples y variadas expresiones. Trabajo, reconocimiento de los otros, educación, comunicación, salud… todo parte de un universo armónicamente integrado.

El segundo elemento es que esta vida en movimiento no nace desde el discurso político-cultural, sino desde la vida misma generadora de discurso, nace “puertas adentro” y sale de las familias, de la comunidad, a las calles, sin duda en un movimiento de interacción con distintas instancias. Esa puede ser una de las garantías de que la transformación social, política y cultural viene, lenta y con novedad.

El tercer elemento, es el aporte que a los movimientos sociales están dando las múltiples y numerosas comunidades originarias de nuestro continente. Muchas riquezas transmitidas se han capitalizado en estas páginas. Hay una que me parece significativa para el subrayado que estamos realizando a modo de conclusión, se trata de darnos cuenta que no son sólo acciones recortadas, pensamientos formulados, investigaciones realizadas. Ofrecen al universo de las ciencias sociales una manera de ver y de interpretar el mundo: una cosmovisión.

Por último, traigo aquí el pensar arcoiris que nos proponen las comunidades originarias que tiene como estilo de convivencia un color al lado del otro, siendo lo que debe ser, para que cuando llegue el momento del movimiento sea blanco y sean siete colores a la vez. Esperamos que quien transite estas páginas, al finalizar pueda leer a los movimientos sociales en esa línea: una realidad al lado de otras, tan iguales y tan distintas, sin las cuales nuestra comunidad-social no haría blanco.



NUIN, S., Dibujando fuera de los márgnes, movimientos sociales en América Latina. Entrevista a Raúl Zibechi. La Crujía Ediciones, Colección Huanacauri. Buenos Aires, 2008. pp.185-186

Dibujando fuera de los márgenes - Introducción


Abrir las páginas que nos introducen en este libro en diálogo con Raúl Zibechi, es algo que me alegra profundamente. Detrás de un libro siempre hay algo fuerte que se desea expresar, desentrañar. Ese algo, es parte de la tarea de desocultar, de sacar a la luz, y siempre conmueve las fibras más profundas de nuestro ser. Por lo tanto, puedo afirmar que la realización de las entrevistas a Raúl, la lectura de sus libros y el mismo material de sus narraciones, no rozaron circunstancialmente mi persona. Por el contrario, me involucraron en una investigación que suscitó profundos descubrimientos, nuevos horizontes y saberes.

El libro, ahonda el rol de los movimientos sociales en la transformación socio-política de América Latina y sigue una estructura que desea ser un camino en forma de sistema en espiral, que nace, se desarrolla y permanece abierto. Nos lleva desde la Introducción al diálogo mano a mano. De la entrevista sobre los movimientos sociales, a las “entrevistas a los movimientos sociales” podría decirse. Estas últimas son entrevistas realizadas por Zibechi, que recorren la geografía de nuestro continente trayendo las narraciones de los propios protagonistas. Verdaderas historias de vida, personales y colectivas. El diálogo continúa con una entrevista que llamamos “temática” ya que su objetivo es desarrollar algunos ejes centrales, constitutivos para el estudio de los movimientos sociales. De allí se continúa directamente a lo que denominamos “Bibliografía especializada trabajada e investigada por Zibechi”, y que, esperamos, sea de utilidad para aquellos interesados en la investigación acerca del tema, como así también un pequeño regocijo para los estudiantes y trabajadores de las ciencias sociales. Una breve conclusión subraya algunos argumentos, a nuestro entender fundamentales y da lugar a la última propuesta: la bibliografía producida por el entrevistado en estos años de trayectoria.

Un índice atípico, un itinerario que supone presentar en forma entramada el diálogo, lo temático específico, la entrevista que abre el escenario a las narraciones de los protagonistas y las bibliografías como fichas técnicas. Todo con un único objetivo: focalizar una forma distinta de construir el conocimiento; dar lugar, es más, privilegiar el encuentro de las cosmovisiones, lo teórico y las prácticas sociales, con acento investigativo. Atado con decisión a la tensión de este estudioso, cuya capacidad está signada, sin duda, por aquella que reconocemos como su búsqueda existencial. Búsqueda de una profunda actividad interna que es modelar en la coherencia, los saberes, las prácticas sociales, cotidianas, domésticas, el estudio, la investigación y el caminar por y para la transformación social.

Entendemos con este trabajo que un fenómeno rico y complejo como el de los movimientos debe y puede ofrecer al estudio de las ciencias sociales una de sus mayores peculiaridades: la articulación intensa entre prácticas y teoría. Y lo debe hacer con un autor que transita el mismo camino y una bibliografía que permite asomarse al tema desde la interdisciplinariedad.

Para muchos, los movimientos sociales son una categoría ambigua, “con límites demasiado difusos para considerarlos sujetos de emancipación”. La investigación periodística que comportó la entrevista a Zibechi nos lleva a considerar dos aspectos: el primero, la necesidad de mirar el fenómeno de los nuevos movimientos sociales en el marco de América Latina. Las experiencias varían enormemente en los distintos sujetos y en los distintos países. Inclusive en la misma Argentina hay una importante diferencia entre las asambleas barriales, las fábricas recuperadas, los piqueteros (entre los cuales hay múltiples) y los movimientos de campesinos, sólo para nombrar algunos. Por este motivo, es oportuno hacer una lectura que nos saque del clásico maniqueísmo en el cual muchas veces sobrellevamos el análisis de la realidad. Es necesario “visualizar” aquellos rasgos que se van delineando, como decimos en el título, más allá de los márgenes, y concebirlos en una lectura del conjunto de la realidad, donde distintos elementos pueden convivir sin necesidad de contraponerse o descalificar eliminándose.

El trabajo que aquí se presenta comprende el arco de las dos últimas décadas, y como decíamos antes, se extiende por América Latina. Zibechi constantemente hace referencia a las comunidades originarias del continente, en una interesante comprensión de cómo éstas aportan a los nuevos movimientos características fundamentales. Se debe considerar que si bien numéricamente la presencia de comunidades aborígenes en los países rioplatenses es pequeña, no lo es así en el resto del continente, sin descuidar que conforman además parte esencial de las raíces de nuestros pueblos.

Esta publicación busca dar espacio, dar escucha, a aquellos que desde siempre hacen ejercicio de su voz sin la posibilidad, muchas veces, de ser escuchados. Por eso recogemos la voz existente en miles de mujeres y hombres de nuestro continente. Sus historias, actuares, decisiones, resistencias, conflictos y victorias nos interesan, por el significado del multiplicar y por esa alquimia del compartir, que lo hace sentir también patrimonio de todos.

Nuestro interés en este libro-entrevista desde la comunicación, trae consigo una metáfora, y es aquella de la luz que llevan los mineros en la frente como guía al entrar en una mina. Una inquietud, en la investigación, en la lectura, en el reconocimiento de los saberes y en las prácticas, donde se encuentran esas semillas de Vida sembradas en todos los tiempos. Allí donde aparecen fuegos encendidos muchas veces bajo las cenizas que los cubren. Se trata de “comprender” y “poder leer” cuanto se nos quiere revelar desde lo más hondo.

Susana Nuin
Primavera 2008



NUIN, S., Dibujando fuera de los márgenes, movimientos sociales en América Latina. Entrevista a Raúl Zibechi. La Crujía, Colección Huanacauri. Buenos Aires, 2008. pp. 7-9

Violencia y Religión - Conclusión

Caminos posibles de no-violencia

Después de caminar largamente por la Revelación cristiana mirando discretamente las dos tradiciones religiosas monoteístas, tratando de percibir el nexo entre la violencia y la religión, presente aún en nuestros días, y heredado de una larga tradición, es muy difícil llegar a una conclusión. Sobre todo cuando se trata de examinar todo el polifacético y complejo cuadro descrito desde una visión teológica.

Hablando del Cristianismo, los dos primeros capítulos de nuestro trabajo, mostraron con claridad que la violencia está diametralmente opuesta al proyecto de Dios en la creación y en la historia. A pesar de que en ciertos períodos de esta misma historia el ser humano sólo lograba ver la voluntad y el deseo de Dios desde una óptica violenta, el desarrollo de la pedagogía divina va a mostrar que en verdad Dios desea la paz desde el principio y, creando al hombre y a la mujer a su imagen y semejanza, quiere posibilitar que en cada hombre y en cada mujer crezca el deseo del Reino de Dios, que es deseo de paz.[1]

En ese sentido, después de los análisis hechos de los textos del Antiguo y del Nuevo Testamento, podemos afirmar que toda la historia del pueblo de Dios es la historia de la búsqueda de esa paz, de ese shalom, que no significa la ilusión de una tranquilidad sin conflictos, sino la búsqueda constante de una paz dinámica, siempre perdida y siempre recuperada, pero siempre concedida y deseada por Dios, por el Dios que el NT lo reconoció y lo llamó amor (ágape). Las promesas mesiánicas que vive y respira el pueblo elegido son promesas de paz. Y en el NT el don por excelencia del Resucitado es don de paz.[2]

El hecho de que en la historia de la Iglesia, así como en otras tradiciones religiosas continúe presente la violencia y, aun más, sea legitimada por la religión, es la consecuencia de la incapacidad del ser humano de instaurar dinámicas de paz que sean verdaderamente eficaces en la lucha por una vida verdaderamente más humana.

A lo largo de la historia, varios pensadores que marcaron la historia del mundo occidental levantaron sus voces para criticar la violencia. Ellos advierten este proceso de violencia y alienación como un proceso de asesinato. El ser humano sólo podrá contemplar los tres misterios de la vida -la verdad, la justicia y la bondad- cuando logre liberarse del dominio de la fuerza.[3]

Toda violencia es, en verdad, la violación de la dignidad de aquel que la soporta. Toda violencia es amenaza de muerte. Y eso porque atacar la dignidad de un ser humano es atacar su vida. Desde la humillación al exterminio y al genocidio, por lo tanto, son múltiples las formas de violencia y muerte.

La violencia es tan antigua cuanto el mundo. El hombre toma conciencia de su existencia a partir del momento que se reconoce como ser humano. Entonces descubre que su propia humanidad se encuentra amenazada por la violencia inhumana y deshumanizante.

La violencia es también algo irracional. Por eso el ser humano despierta cuando toma conciencia de la violencia como algo radicalmente contrario a sus exigencias racionales. La ética, por lo tanto, juzga a la violencia identificándola como la negación de la humanidad, sacándole toda la dignidad.

Es en el reconocimiento de la violencia y en el rechazo a someterse a sus imperativos que se funda el mismo concepto de la no-violencia.[4]La imagen del hombre y de la mujer fuertes -de acuerdo a como se los piensa comúnmente - no sería aquél o aquella que posee los medios del poder y de la violencia sino el que posee la sabiduría de la no-violencia. Aquél que posee la fuerza [5] es aquél que logra resistir a las pasiones colectivas y tener el control de su propio destino. La virtud de la fuerza es lo que es llamado comúnmente la fortaleza del alma o, como dijimos anteriormente el don de la fortaleza permite enfrentar las pruebas y las vicisitudes la vida, manteniéndose firme en lo que se cree hasta llegar al don-entrega de la propia vida.[6]

Creemos que la única fuente posible de no-violencia es la espiritual. Aunque ésta no tenga el poder de oponerse eficazmente a la violencia de la agresión, la fortaleza espiritual transforma el ser humano interiormente, generando vida a partir de su voluntad de no-violencia. Las fuerzas aparentes y "eficaces" generalmente son materiales, siendo la fortaleza espiritual, de pensamiento o de voluntad, "esencialmente contradictoria".[7]

La propia noción de derecho está por naturaleza unida a la violencia.[8]Afirmaciones como: "Tengo derecho de…", "Tú no tienes derecho de…" encierran en sí una guerra latente y despiertan un espíritu beligerante que dificultan los procesos de paz.[9]

Sin embargo, se hace necesario reconocer que hay muchas nociones, englobadas en la misma categoría de derecho, que son incomprensibles en un plano natural y están, por lo tanto, más allá de la fuerza brutal. Allí entran todos los matices de los derechos humanos. Esas nociones son alcanzadas y configuradas por la gracia.

Sin embargo, la gracia no significa la intervención mágica y directa de Dios en la historia humana. La vida sobrenatural, en verdad, obra solamente en la historia de las sociedades a través de la mediación de los seres humanos, en la medida que ellos entran en contacto con la realidad trascendental del Bien puro que es Dios. En un cierto sentido, por lo tanto, es la capacidad de lucha de los hombres y mujeres enamorados de la justicia que, en una sociedad democrática, sigue siendo la mejor garantía del derecho, de la libertad.

En la sociedad, como en el mundo, el orden de la paz es resultado último del juego de las fuerzas y energías que se equilibran entre ellas. No se puede, por lo tanto, crear relaciones humanas justas y llegar a la pacificación en la medida que unos y otros no sepan limitar sus deseos y no anhelen apoderarse de los objetos finitos. Pues "si limitamos nuestros deseos, podemos componer y convivir con nuestros mismos deseos y los deseos limitados de los demás hombres."[10]

La violencia surge precisamente cuando el hombre comienza a desear lo ilimitado, o sea, pierde el freno de sus propios deseos y/o cuando su deseo se encuentra contrariado por los demás. La violencia se enraiza en un deseo ilimitado que toca el límite que representa el deseo de otro.[11]

Sólo podrá haber justicia y paz cuando los seres humanos renuncien a poseer lo infinito, renuncien a desear ilimitadamente. Si los hombres y las mujeres no obedecen a esa regla de convivencia, es necesario que la ley los obligue a actuar de este modo. Por lo tanto, la ley sería el límite en las cuestiones sociales y en la lucha por la justicia.[12]

De la misma manera, la misma paz no resulta de dos guerras sino de dos fuerzas iguales y de sentido contrario que se limitan mutuamente y se mantienen en equilibrio. Si la paz existe realmente, estas fuerzas son apenas potencialmente violentas y pueden permanecer no-violentas.

La violencia no es solamente instrumento de opresión social o de agresión militar. Ella es también un método de acción que a veces pareciera necesario para defender la libertad amenazada o para conquistarla. En efecto, la violencia puede ser empleada al servicio de las causas justas. Pero esto no la hace justa. Si ella parece necesaria en el combate de la injusticia, esto no la hace menos violencia y aún así hiere a la humanidad, tanto del hombre que la sufre como del hombre que la practica.

Refiriéndonos a la relación entre violencia y religión, hay otros elementos que deberemos tenerlos en cuenta en esta conclusión, sobre todo después del estudio de las tres tradiciones monoteístas: el cristianismo, el islamismo y el judaísmo.

La geografía religiosa del mundo está establecida; no hay en la actualidad más conquistas por hacer, ni cruzadas, armas de hierro, bombas, marketing o inversiones. En cambio, parece que finalmente la humanidad debe aprender a convivir con sus diferencias.[13]

Podemos hacer esto a través de una pax romana, de una ausencia de guerra respaldada por una autodefensa extrema, o podemos hacer una paz griega, un "Irenismo", una armonización de conflictos dentro de un coro singular de voces basadas en el argumento sólido de las cosas esenciales. Aún así, esto no es suficiente. Necesitamos también el shalom judaico y bíblico, una constelación de opuestos que se rechazan a reducirse en una uniformidad seudo-armónica.

El diálogo entre las religiones es una búsqueda de todos esos tipos de paz.

Según las últimas reflexiones sobre el diálogo inter.-religioso, se puede abordar el tema desde distintos ángulos. Pero creemos que el más fecundo es la escucha. Hay muchas cosas en las demás religiones que nos parecen difíciles de aceptar. Pero podríamos al menos escucharnos. La escucha es en sí misma, una disciplina dura, la cual evitamos, simplemente, cambiando de opinión, o intercambiando puntos de vista. Pero lograr mirar al otro alejado de nuestra religión es una disciplina. Este mismo proceso se encuentra relativamente atrofiado en las espiritualidades de Occidente. Interesándose por la religión del otro, podemos aprender no sólo sobre cómo ella interpreta la realidad, sino cómo es su manera de entender.

Por eso, dialogar con la religión del otro requiere la misma disciplina que fue necesaria para aprender la nuestra. Las ideas no son las nuestras, las experiencias tampoco. No debemos dialogar sobre un tema sino entrando dentro de una conversación que se viene desarrollando ya desde hace mucho tiempo. El deseo de contribuir con algo original debe ser puesto a un lado.

Por lo tanto, el diálogo requiere una trasformación de la mirada hacia el otro, su religión y su práctica religiosa. Es una tentativa honesta y seria de salir de la ignorancia en relación con su alteridad e identidad. En otras palabras, la salvación que me puede llegar desde la religión del otro es una conversión de perspectiva, juicio y evaluación.

Por eso, la vivencia religiosa, la vida de la fe, la teología del futuro, y mi diálogo con ellas, deben ser una vivencia, una fe y una teología “desarmada”. Lo importante es no juzgar, sino mirar, ver y escuchar. La concepción de misión según el mandato del Resucitado a sus discípulos en el final del Evangelio de Mateo- "Vayan, hagan de todas las naciones discípulos, bautizándolas en nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo- sigue siendo central y válida para nosotros cristiano-teólogos o no-, pero este mensaje debe ser complementado con otro mandato, que se impone cada día: "Vayan y aprendan de todas las religiones, recibiendo ese 'bautismo' que es la escucha, el aprendizaje y el conocimiento de sus santos y divinidades."

Pues si la misión que nos hace ir al encuentro de los demás, a anunciar la Buena Nueva en la cual creemos, trae con ella una guerra, con un victorioso y un vencido, entonces todo lo que lograremos es la pax romana.

En cambio, si la misión es un irenismo, podemos correr el riesgo de buscar similitudes y hacer de ellas un nuevo orden que fabrica una amalgama de religión y la levanta como única instancia de juicio.

Si la misión es el shalom bíblico, entonces intentaremos someternos a la verdad, sea ella cual sea, aceptando la pluralidad de perspectivas y nombres, yendo a su encuentro allá donde sentimos que todavía late el corazón de la vida. Esta misión es "salir" de la violencia mimética y reductora de la alteridad del otro y entrar en una dinámica de paz polifacética y plural. Y solamente esta "salida" nos puede llevar de vuelta a casa, con los brazos llenos de dones ricos de la herencia que es de todos nosotros: la riqueza que el Evangelio nos hace recodar pero que está presente también en las demás tradiciones religiosas. Aquella que afirma que el poder es necesariamente servicio y la jerarquía se instaura es la de que el último es el primero y el mayor aquél que sirve.

[1] SUSIN,L.C. Los suaves heredarán la tierra. IN: BINGEMER, M.C. y BARTHOLOJR, R. dos Santos. Violencia, crimen y castigo. San Pablo: Loyola, 1996. p.60
[2] Sobre eso la hermosa reflexión de PÁDUA, L. Pedrosa de. Evangelizar una cultura violenta. In:Violencia, sociedad y cultura, Cuadernos del CERIS 1, p. 51
[3] Pensamos en pensadoras como Simone Weil y Hannah Arendt, René Girard, etc.
[4] Cf. Sobre eso, comentando el pensamiento de Simone Weil, MUELLER, J.M. Simone Weil et l'exigence de la non violence, p.122
[5] En términos cristianos, podríamos identificarlo aquí con "fortaleza", uno de los siete dones del Espíritu Santo.
[6] Cf.Lo que escriben Simone Weil y Georges Bernanos a propósito de su experiencia en laGuerra Civil Española: "Hay allí, un arrastre, una embriaguez a la cual es imposible resistir sin una fortaleza de alma que debe ser excepcional puesto que no la he encontrado en lugar ninguno." In: Escrits historiques et politiques. Paris, Gallimard, 1955.
[7] WEIL, S. Oppresión et liberté. Paris: Gallimard, 1955.
[8] WEIL, S.Escris de Londres et derrnières lettres. Paris: Gallimard, 1957. p. 209.
[9] Ibid.
[10] WEIL, S. Cajiers I. Paris: Gallimard, 1994. p. 80.
[11] Ibid. Pp. 47-80.
[12] WEIL, S. Cahiers III. p.113.
[13] Seguimos aquí, en esta parte de la conclusión, las brillantes reflexiones de J. HEISIG SVD, en su conferencia "Diálogo interreligioso y desarme teológico", pronunciada en la PUC-Río.


Fuente:

LUCCHETTI BINGEMER, Ma. C., Violencia y religión, confrontación y diálogo. La Crujía Ediciones, Colección Huanacauri. Buenos Aires, 2007, pp. 271-276.

Violencia y Religión - Presentación


La violencia se tornó un hecho masivo en las sociedades contemporáneas, llegando al punto de constituir un verdadero desafío para la conciencia moral de nuestro tiempo. Su generalización se presenta como una paradoja en el momento en que no sólo tenemos una amplia comprensión de los fenómenos naturales y sociales, del avance del saber científico y de las conquistas de la razón, sino también una conciencia del valor y del respeto por la vida que parecían afirmarse de una manera indiscutible.

Es justamente en el siglo que recién se terminó y en éste que se inicia, que la violencia se presenta en sus formas más insidiosas, más impúdicas, con un grado de refinamiento que supera muchos períodos crueles de la historia de la humanidad. Genocidios y torturas "científicamente" organizados, persecuciones de todos los matices, depuraciones raciales y "limpiezas étnicas", éxodo forzado de poblaciones enteras y grupos sociales indefensos; terrorismos de forma inhumana; segregación y /o exclusión económica, racial y religiosa. Todas son conductas individuales y colectivas que se traducen nada más y nada menos que en un simple y cruel deseo de destruir al prójimo, siendo ésta una realidad que se hace siempre más cotidiana.

Como si esto no bastara, el desarrollo técnico científico dio origen a nuevas formas de coerción moral y física que posibilitan la manipulación y la violación de conciencias, siendo una verdadera industria de violencia y restricción de la libertad. Estas formas de violencia son, probablemente, mucho más dañinas, ya que tratan de encerrar al individuo en una red invisible que manipulando hábilmente las motivaciones, aprisiona en la medida en que él se siente más libre. Organizadas técno-científicamente, estas formas de coerción moral son insensibles, ya que sorprenden la conciencia cuando la encuentran indefensa, adueñándose de la voluntad de los individuos. Tal vez por esto se constituya en la forma más amenazadora de violencia y en el más grande desafío para el futuro. Pues contra la brutalidad explícita se puede suponer una reacción que se imponga por ella misma. Al mismo tiempo que las técnicas de adiestramiento y condicionamiento tratan de conquistar la connivencia y complicidad de aquellos que están enredados en sus redes.

Tal vez la más diabólica victoria de la violencia sea no dejar a nadie fuera de su abrazo tentacular. No debemos dejar de advertir, necesariamente, que estamos todos involucrados. Todos somos víctimas de una historia patológica. Y el secreto para que haya una “cura” colectiva, un proceso solidario de cura, está en tomar conciencia de ese proceso y asumir que estamos todos enfermos de este mal o, por lo menos, convalecientes.[1]

Reconocer la carga de agresividad y violencia que se encuentra en todos y en cada uno de nosotros es el único camino posible para orientarla hacia otra dirección. Tomar otro camino y lograr una aproximación a los poderosos y violentos con actitudes y palabras que tengan la esperanza de sensibilizarlos.

Otro camino a recorrer es saber que no se trata sólo de un problema personal, sino que es estructural. Estructuras que significan condiciones de comercio totalmente equivocadas e injustas, deseos de hegemonía por parte de las grandes potencias, despilfarro de riquezas en la corrida armamentista y en la explotación de las naciones más pobres. Son un desafío a la conciencia de la humanidad y una llamada a la responsabilidad de todos y de cada uno[2].

La ideología de la modernidad, por otra parte, ensalzando el éxito, la eficiencia, la fuerza, contribuye a que la violencia vaya encontrando cada vez más justificaciones de la ciudadanía en el mundo en que vivimos. El mismo mantenimiento del status quo es causante de violencia, intuyendo una “razón armada”, que se arma y justifica la cultura que defiende el poder estimulando su uso indiscriminado.

Falta el sentido de la vida, que está caracterizado por la búsqueda desenfrenada del “tener” en cambio del “ser”, y por el despilfarro de los propios bienes que son consumidos vorazmente y entran con rapidez en estado arcaico. Este estado de cosas crea siempre nuevos ídolos amenazadores que ponen la violencia como medio justificable para perseguir su fin, que en realidad no es más que otro medio.[3]

Las relaciones humanas a nivel más personal pasan por esta valoración del tener, generadora de violencia. Las relaciones entre marido y mujer, entre padres e hijos, entre amigos y compañeros, en fin, entre las personas en general, están empapadas de violencia. Éstas, careciendo casi totalmente de gratuidad terminan en reemplazar la misma presencia (ocupada en alcanzar éxito y ganancia) por regalos materiales; la substitución del don de sí por cosas, o también por castigos en caso de desagrado; termina generando personas desequilibradas y, consecuentemente, igualmente violentas.[4]

Si volviéramos nuestra atención a las sociedades latinoamericanas en particular, veríamos que en ellas la violencia es un fenómeno omnipresente. Entre nosotros, en nuestro país, la violencia se manifiesta prácticamente en todas sus formas, desde la más banal, como la agresión física, armada o no, insignificante o brutal, hasta la más insidiosa como la segregación económica y racial, pasando a aquellas formas televisivas que no sólo manipulan las conciencias, sino que también acaban por reproducir y trivializar la violencia institucionalizada como expresión de nuestra sociedad.

Consecuentemente hace que la violencia deje de ser un escándalo moral y político para un número considerable de nuestros conciudadanos.[5]

La violencia, por lo tanto, para cualquiera en el mundo, y particularmente en América Latina, está lejos de ser un tema teórico. Al contrario, de una manera horrendamente concreta, entra en casas y cuerpos, amenaza la vida en todas sus dimensiones y deja por donde pasa un rastro de muerte y destrucción.[6] Alcanza e implica todos los sectores de la vida, incluso la religión.

Violencia y religión

Uno de los mayores problemas de la humanidad en este inicio de siglo XXI es la relación entre religión y violencia. Lo reconocen todos los que observan los hechos y grupos sociales.[7] La violencia cubre el planeta en muchos de sus puntos más importantes, muchas veces está estrechamente relacionada con la religión, sus fanatismos y subproductos, como por ejemplo el fundamentalismo de toda especie, las “guerras santas”, las “limpiezas étnicas” y otros.

Sin embargo, los análisis hechos sobre este fenómeno frecuentemente permanecen en la superficie de las cosas, reteniéndose sólo la urgencia de los “integralismos” de toda especie, evidenciando especialmente sus reflexiones sobre el fundamentalismo musulmán.[8]

En cambio nos parece que la cuestión es en verdad más amplia y profunda. No sólo involucra el fundamentalismo en sí, sino también a muchas de las prácticas religiosas y las mismas religiones, incluso las grandes religiones del Occidente y las monoteístas. Las involucra en términos de comprensión y de práctica.

El tema de la violencia y del mal- y, por contraposición, también el de la no violencia- está, por lo tanto, en el centro de la reflexión hodierna sobre la religión y el fenómeno religioso. Por esto, nos parece que igualmente y no menos debe estar en el centro del pensamiento teológico cristiano occidental. Se lograría a través de él aportar iluminaciones verdaderamente primordiales y- osaríamos decir- definitivas para todo el pensamiento ético y religioso que se elabora sobre esta cuestión en este fin de siglo.

Es inevitable la constatación de que la violencia empapa toda la historia humana, desde la antigüedad hasta nuestros días, presentándose con un rostro multifacético, abarcando desde los juegos del circo romano, la tortura, pasando por el genocidio, el terrorismo, el infanticidio, y otras formas variadas de violencia.

Por otro lado, es importante ubicar la violencia en su propio horizonte, o sea más allá de los límites de lo que es lógico y razonable, ella está ubicada en el campo de lo irracional y, por lo tanto, de lo perturbador. En este sentido el tema de la violencia limita con algo que es también impensado racional y filosóficamente. Algo que emerge de lo ilógico y perturbador: el amor, el deseo, la bondad, la fe, la comunicación con el Trascendente.[9]

El objetivo de esta investigación y de la reflexión que de ella se genera es ubicar la raíz más profunda de la violencia: reconociendo aquí la contribución indispensable de las ciencias sociales en el análisis de sus causas remotas e inmediatas, pero no deteniéndonos en ellas, tratamos de ir más allá, hasta donde el análisis de la realidad da lugar a la reflexión de los fundamentos sin presupuestos, de todo lo que es humano.

El interés primordial de esta investigación, es la posibilidad real de una ética fundada en la articulación de cosas verdaderas y, sin embargo, poco reconocidas por las ciencias empíricas, como el amor y la verdad, creadores de libertad y donadores de un ethos de paz y de no violencia. Nos interesa contribuir modestamente al descubrimiento de caminos hacia una ética constructiva, que respete los derechos individuales y colectivos y recoja elementos para la crítica de una ética destructiva y suicida. Nos interesa, por fin, una ética que abra caminos para el ethos del amor, y deje el camino libre a la teología.

Ese camino abierto está ligado a la comprensión del ser humano como ser provisorio y de paso. Ser de pasión y ser "pascual" (de paso). El ser humano no está llamado a construir su sabiduría y su ética en cuanto "ciencia del mal". Es la violencia que lo aflige y lo extermina. Nuestra sociedad de hoy está llamada a reflexionar, para descifrar sus propios enigmas, con una "antología relacional" que invierte las ecuaciones y crea, partiendo de lo ilógico que es el amor, una nueva lógica.[10]

Por lo tanto, en este libro nos proponemos tomar como primer marco de un recorrido metodológico, algunos textos paradigmáticos de la Biblia cristiana, Antiguo (AT) y Nuevo testamento (NT). Partiendo de estos textos, trataremos de discutir la cuestión de las raíces bíblicas de la violencia, o mejor dicho, de la comprensión y reflexión que el pueblo de Dios y la primer comunidad hicieron sobre la conexión que percibían entre su Dios creador y deseoso de vida en plenitud y la violencia presente en las relaciones humanas y estructurales, que destruían y disminuían esta misma vida.

En seguida, en el deseo de ampliar nuestra reflexión sobre la ligazón entre la religión y la violencia, consideraremos otras tradiciones religiosas, buscando percibir como tratan y viven esta dolorosa y delicada cuestión. En la imposibilidad de abrir aquí todo el abanico de religiones del mundo occidental hoy, nos limitaremos a las dos tradiciones monoteístas, el Judaísmo y el Islamismo. Sus semejanzas y diferencias con el cristianismo, serán nuestro primer y más amplio abordaje, nos ayudarán a, por lo menos, iniciar una incursión en este tema que nunca se termina, que no es de hoy, sino de todos los tiempos, y nos deja la impresión de robustecernos, mirando que pasan los años y la humanidad, teóricamente, madura.







[1] HÄRING,B. El Evangelio que nos sana,. San Pablo. Paulina,1992. p.21.
[2] Ibid. P.53.
[3] Ibid. P.81.
[4] Ibid.
[5] CF. Los datos que nos proveen científicos sociales brasileños como ZALUAR, A. crimen y castigo vistos por una antropóloga, Río de Janeiro. In: BINGEMER, M.C. Y BARTHOLO jr., R dos Santos (Orgs.), Violencia, crimen y castigo. San Pablo: Loyola, 1996. pp55-84; así como también SOARES, L.E et alli. Una radiografía de la violencia en Río de Janeiro”, ibid, pp.85-113. V. tb. O. n. 19 de los cuadernos MAGIS de fe y cultura, editados por Centro Loyola de fe y cultura, especialmente las contribuciones de Rubem César Fernández, Domício Proença y Jacqueline Muniz, Leila Lindares, Miguel Pereira y Alcivam Paulo de Oliveira. (Libro Viva Río)
[6] Ibíd
[7] Para citar apenas algunas manifestaciones de la violencia “permanente” en términos mundiales, el conflicto perenne entre árabes y judíos, que resultó en el reciente asesinato del primer ministro Ytzhak Rabin y en la muerte de innumerables civiles, entre ellos jóvenes y niños, el conflicto que se viene arrastrando desde hace años, de Bosnia con enorme violencia y barbarie, el crecimiento de los diversos tipos de fundamentalismo y las manifestaciones neo- nacistas en la Europa Central.
[8] V. Por ejemplo las numerosas publicaciones que salen a la luz últimamente en las cuales la noción misma del fundamentalismo se vuelve casi sinónimo de Islamismo, olvidándose de otras violencias en las cuales están involucradas otras religiones.
[9] V. BARBOSA,W.do Vale. Violencia y filosofía. In: BINGEMER,M.C. y BARTHOLO Jr.,R. dos Santos (Orgs.), Violencia, crimen y castigo. pp. 117-130
[10] BINGEMER, M.C. De la violencia a la misericordia. En: Violencia, crimen y castigo. pp 12-13
Fuente:


LUCCHETTI BINGEMER, Ma. C., Violencia y religión, confrontación y diálogo, La Crujía Ediciones, Colección Huanacauri. Buenos Aires, 2007. pp. 9-14

Reconciliación en Sudáfrica como parte de la totalidad o plenitud (wholeness or completeness)

Por Antjie Krog
Conferencia en Alemania en mayo 2005
Antjie Krog es escritora y poeta sudafricana, autora del libro que dio origen al guión de la película “Country of my skull” de John Boorman.

Informaciones sobre la Comisión de la Verdad y la Reconciliación (TCR) en Sudáfrica, que fue fundada con el objetivo de buscar posibilidades (vías) de reconciliación y reparación después del régimen del Apartheid.

Existen distintas aproximaciones a lo que ha ocurrido en los años del Apartheid en Sudáfrica desde la política, la psicología, la moralidad, la espiritualidad, el pragmatismo y de cada mirada da lugar a nuevas propuestas.

No importa desde dónde miramos, en todos los casos surge la pregunta acerca de cómo tratar los hechos de incomprensible horror e injusticia, como por ejemplo los acaecidos en el Holocausto y otros.

Recorriendo toda la discusión en la Comisión de Verdad y Reconciliación (Truth and Reconcilation Comission, TRC) podemos decir que uno no puede perdonar la muerte en nombre del muerto. No se puede perdonar lo imperdonable. ¿Cómo podríamos perdonarlo? No está en nuestro poder ni en nuestras manos ni en nuestra capacidad.

Según Jaques Derrida, perdonar no debería ser algo común ni normativo, tendría que permanecer excepcional y extraordinario, enfrentando lo imposible. Porque está interrumpiendo la corriente histórica de la temporalidad. No estamos acostumbrados a perdonar. Y cuando se logra un perdón es un milagro y hay que tratarlo de esta manera.

Para comprender el proceso transitado por la Comisión de Verdad y Reconciliación en África, quiero explorar su trasfondo.
Se preguntaron asombrados ¿por qué los 14 millones africanos negros no lucharon contra esta opresión durante tantos años?

Se encontraron con muchos rumores como respuestas: porque el arzobispo Tutu y Mandela obligaron a la gente a aceptarlo, o porque la gente prefirió someterse o bien porque no tuvo la fuerza necesaria para rebelarse, etc.

Para intentar contestar esta pregunta hay que mirar:En primer lugar, los valores de la religión tradicional africana y valores cristianos como la salvación, el pecado y el mal.En segundo lugar, cómo influenciaron esas raíces a los líderes intelectuales del África negra.Por último, de qué manera esas raíces generaron un cambio radical en el pensamiento científico, especialmente para la Comisión de la Verdad.

Arriesgando una simplificación, hago una distinción entre la cultura euro-céntrica que cuenta con 25 siglos de cultura griega, manifestados en la filosofía, con la cultura romana que trajo la jurisprudencia y luego el cristianismo que originó múltiples religiones. Esa cultura da prioridad al individualismo y se considera universal, es decir, que los europeos consideran que estos valores tendrían que estar aplicados a todo el mundo. Viniendo de otro continente me parece muy extraña esta postura, pero es que la gente en Europa cree realmente, que ellos tienen los valores verdaderos y no pueden entender que haya otros.

La tensión entre lo particular y lo universal tiene que ser resuelta desde lo particular en la tradición europea y esto les parece obvio.

La visión afro-céntrica reflexiona sobre la cultura a través de formas simbólicas y tiene valores como el reconocimiento y el respeto (físico y espiritual), los cuentos de transmisión oral y escrita, la artesanía, la pluralidad de religiones e idiomas. Esta cultura pone el énfasis en la comunidad y valora a la persona en su contexto social.

La persona es una persona a través de otras personas. La palabra que usan para esta comprensión “ubunthu” no es entendida por los blancos. Pero contiene todos los valores y forma el concepto que tienen sobre el mundo. La gente negra lo tiene intrínsecamente incorporado, pero la gente blanca tiene que hacer un esfuerzo enorme para poder entenderlo.

Ahora miremos los valores como el pecado, el mal y la salvación en la cultura africana.Según un teólogo importante africano, la espiritualidad de la cultura está basada en el concepto de la completitud e integridad de la vida. Sus diferentes áreas como la religión, la espiritualidad, la materialidad y las demás no se pueden comprender aisladas. Todas están interrelacionadas. Esta mirada holística es muy importante para el entendimiento del concepto africano de la salvación.
La salvación en la cultura africana tradicional nunca puede estar puesta en una persona o en una parte. La salvación está puesta en el todo, en el cosmos. No está puesto en el individuo. Hay una interacción entre el todo y todos. Como el cielo, los animales y el aire entran en interacción con el ser humano y viceversa. Es decir, que la naturaleza de la salvación africana es mucho más amplia que en otras religiones occidentales y existe desde mucho antes que llegara mediante la doctrina cristiana al África. Para los africanos la palabra salvación es sinónimo de reconciliación.

Buthulezi dice que la salvación está dirigida hacia la restauración de la plenitud. Las palabras “pecado” y “mal” no tienen significado en la cultura africana.

Malo es solamente lo que pone en peligro la totalidad. El pecado se entiende solamente con respecto a las consecuencias. Si las consecuencias de un acto causan un mal para el cosmos, se puede considerar malo. Si no, no se habla del mal o del pecado. Lo peor es vivir en completo desacuerdo con los otros, esto es realmente malo.

Entonces, la salvación no es una cuestión del perdón, sino de la reparación de las partes destruidas de la relación o de la sociedad, para volver a la plenitud, y esto en la vida y no después de ella. Y para hacer la vida plena cada uno tiene que aportar su potencial. Salvación significa entonces que todos tenemos la obligación de curar nuestras heridas.

El concepto de la salvación viene de la religión cristiana: tienes que perdonar porque Dios ha perdonado, pero en la cultura africana no existe esa forma de salvación.

Según Tutu, sólo uno puede vivir humanamente en una sociedad humana. Si uno vive con odio en su corazón se deshumaniza a sí mismo, al otro y también a la sociedad. No se puede pensar al ser humano independientemente. Vivir significa estar involucrado.

Vivir, ser, significa participar. Ningún acto es equivocado por sí. Robar o matar no es intrínsecamente incorrecto, sino porque Dios así lo dice. Solamente es incorrecto, cuando destruye la plenitud del ser y de la comunidad. El interés en la salvación proviene únicamente del deseo de reparar la totalidad.

Entonces, los testimonios presentados ante la Comisión de la Verdad y la Reconciliación tuvieron dos metas:describir como la completitud fue destruida y por otro lado, cuestionar la humanidad de los perpetradores.

Y había una mujer que lloraba y dijo: “ni siquiera matarías un perro de esta manera, ni siquiera un pato, un patito porque uno tiene también sentimientos para un perro o un pato. Pero ni siquiera los trataron a nuestros hijos como patos. Con otras palabras: que no hubo nada en mis hijos que les hiciera recordar la propia humanidad, y esto muestra que han perdido su humanidad. Y porque tu has perdido tu humanidad, yo he perdido la mía.”

Diferencias en las culturas con respecto al trabajo:la cultura europea que sigue la meta: hacer lo menos posible por la mayor cantidad de dinero posible. Ésta se opone a la cultura africana que dice: hacer algo significa hacer algo que es bueno para todos. El beneficio debe ser para todos. Uno no trabaja por su propio beneficio.

También hay dos palabras para “alma”,Moya: es algo como el alma que une a tu cuerpo y cuando te vas, se retira el alma.Pero también tienes un alma sombra: Seriti, la que tiene que estar fortalecida durante la vida, con rituales y reparaciones que uno hace para la sociedad.

Cuando llegaron los misioneros en el siglo XVIII, dividieron la sociedad en fieles y herejes. Entonces un negro creyente no permitió la entrada a otro negro hereje en su casa. Y de esta manera el “ubunthu” fue interrumpido. Cien años más tarde llegaron los extranjeros. Y ahora surge la pregunta: qué podemos hacer con los extranjeros en la sociedad, para no lastimar al “ubunthu”. Y aquí el “ubunthu” significa hospitalidad.

Entonces, cuando uno es a través del otro y también necesitamos al extranjero para ser uno. Siempre hay alguien que está excluido y la tarea es recordar e incluir. La cultura africana incluye que cada uno tiene que ser abogado para alguien excluido, integrarlo y hacerlo miembro de la sociedad.

Nelson Mandela dio la mano a los blancos siguiendo el concepto de la integración. Porque todos los que estaban en Sudáfrica constituían la totalidad (plenitud, completitud) de Sudáfrica. Y tratándolos como seres humanos pudo asegurar la humanidad de toda Africa.

Pero África no se convirtió en el paraíso con esta filosofía, del mismo modo, que en las sociedades cristianas se sucedieron también terribles acontecimientos.
¿Cómo sería perdonar a los perpetradores?
Mucha gente común vino a dejar sus testimonios:
Un pastor dijo que había perdido su plenitud aquel día en que la policía entró en su casa y llevó a su hijo. “Actuaron de un modo terriblemente inhumano, ni siquiera una hiena lo haría tan cruelmente como ellos lo hicieron. Habían perdido su humanidad”.

Una madre dijo que:“Si la reconciliación significa que el perpetrador que mató a mi hijo, vuelva a ser humano y que nosotros también podamos volver a ser humanos, entonces realmente estoy de acuerdo con la reconciliación y la soporto”.“Soy un ser humano. Necesito perdonar para poder seguir con vida.”

Hay que ayudar a los perpetradores para que puedan volver a ser humanos.
Ese es un concepto totalmente contrario al concepto de la venganza en el pensamiento de la post Guerra Mundial. Quienes quieren la venganza, no saben que hay que devolverle al perpetrador su humanidad.

Este concepto quiere devolver al perpetrador su humanidad para poder ser humano también. Ellos saben que necesitan al perpetrador. Saben que cuando matan al perpetrador, destruyen la oportunidad de volver a ser humanos para siempre. Anulan la oportunidad para sí mismos y para el perpetrador. Y de esta manera la sociedad se congela en inhumanidad.

Una poeta africana dice que no puede ser lo que dice Derrida, que esta es una opinión que no ayuda a nadie. Al contrario, el perdón tendría que ser un hecho normal. Y una sociedad tendría que hacer un esfuerzo para encontrar posibilidades de reconciliación y ayudar a que se logren. Tendríamos que dedicarnos a esas preguntas filosóficas, porque somos en primer lugar seres humanos y no ideas. Entonces tenemos que encontrar un lenguaje para un diálogo de compromiso y tolerancia.

Se muestra que las víctimas quieren hablar con el perpetrador y también el perpetrador quiere hablar con las victimas. ¿Por qué quiere hablar con las víctimas un perpetrador que mató a una persona o destruyó un pueblo con bombas, o torturó un niño?

La autora da cinco razones que están penetradas por el sentido del “ubunthu” aunque no lo mencione explícitamente:
1. porque hay algo en el perpetrador que uno encuentra también en sí mismo. Es peligroso declarar al perpetrador como “un monstruo inhumano”. Si negamos su humanidad y lo consideramos solamente malo, nosotros también somos malos y nunca más salimos de este círculo de violencia.2. La víctima necesita perdonar como parte del proceso de la humanidad, es decir, volver a re-humanizarse. Necesita completarse y deshacerse del miedo de la destrucción, que le llegó a través del perpetrador. No puede seguir viviendo con el odio en su corazón. Perdonar al perpetrador, aunque éste no quiera, significa quitarle este poder que tuvo sobre ti.

3. El perdón trasforma la imagen de la víctima como sujeto en la víctima como ser humano. De esta manera la víctima vuelve ser humana. Por eso las victimas quieren saber, cuáles fueron las últimas palabras del hijo, qué hizo, cómo miraba, etc. Forzando al perpetrador a que piense en términos humanos, y recordar que la víctima lloraba, que tuvo una madre, recordar su dolor y su desesperación, todo esto hace conectar al perpetrador con su propia humanidad. Cuanto más se reconoce el dolor El perpetrador puede reinstalar la memoria humana.

4. La víctima toma ahora el lugar de aquel que decide sobre buenos y malos. Readmisión. Diciendo que no puedo y no quiero devolver el daño que he recibido a través del perpetrador, puede poner a la víctima en el lugar de sentirse mejor que el perpetrador. Y este es exactamente el crimen de la víctima.

5. Poner al perpetrador en el lugar del monstruo es dejarlo salir fácilmente. Hay que confrontarlo con su propia inhumanidad y hacerlo reflexionar sobre su posición entre monstruo y ser humano y dejarlo negociar entre el castigo y la reconciliación.Y esto lleva a la conclusión que una sociedad puede sanarse con estos compromisos.

Resumiendo quiero decir que la Comisión de la Verdad y Reconciliación no tiene sus raíces en el cristianismo, sino en el concepto de la plenitud (Completitud).En nuestra Comisión tratábamos a las victimas de ambos bandos: los que lucharon contra la apartheid y los que lucharon para la apartheid y también a los perpetradores.Además individualizamos la amnistía, no la generalizamos. Les dimos a los perpetradores la oportunidad de re-negociar su humanidad. ¿Qué han hecho mientras para volver a ser humanos?

Ahora necesito dirigir la mirada a los hechos en Europa y especialmente aquí en Alemania, donde nos encontramos en este momento.
El concepto del individualismo es el más moderno en el mundo.Trae el intento de independizar al individuo de cualquier dependencia comunitaria, dice que no hay desarrollo sin individualismo.
¿Por qué no podemos entrar en un diálogo con Bin Laden o con Bush o con Hitler, en concepto de encontrar una posibilidad de reparar la totalidad? Cómo podríamos hacer que las víctimas entraran en un diálogo con sus perpetradores para poder volver a la plenitud?¿Existen estos espacios entre víctimas y perpetradores? Cuando haya un perdón para Bin Laden, Bush o Hitler, podremos preguntarles qué han hecho mientras o qué están haciendo ahora, para restaurar la humanidad?

África podría decir al primer mundo:Ustedes se han hecho con la riqueza de África. Han desarrollado sus ciencias y sus matemáticas con la sabiduría anciana de África. Sus más importantes movimientos artísticos fueron inspirados en las artes africanas. Su riqueza se ha construido con los recursos de nuestra tierra y con nuestros trabajadores.

En realidad, ustedes han tomado mucho de nosotros. Y han dejado solamente herencias de saqueos y colonialismo. Ustedes han perdido su humanidad hace mucho tiempo. Y porque ustedes son completamente inhumanos, África ´lo tiene difícil´ para ser humano. Ustedes nos necesitan, no para explorarnos sino para volver a ser humanos.

Muchas gracias.

Traducción del inglés Lic. Tiiu Bolzmann
Fuente:

Comunicación, Políticas Públicas y Planeación del Desarrollo

¿Cuál es el rol de la comunicación en los procesos de formulación, implementación y evaluación de políticas públicas y planes de desarrollo? Para abordar esta cuestión proponemos una primera hipótesis: los escenarios, procesos y capacidades de comunicación contribuyen a consolidar la participación de los diversos actores clave en los procesos de toma de decisiones, en relación con lo público.

Comencemos nuestro análisis por lo que denominaremos toma de decisiones en relación con lo público. Los procesos modernos de toma de decisiones sobre lo público se han concebido como procesos esencialmente técnicos, razón por la cual la formulación de políticas y planes se ha delegado a los expertos. Para su formulación, estos expertos elaboran diagnósticos que enfatizan básicamente, las variables socioeconómicas tradicionalmente utilizadas para definir la pobreza y el desarrollo; el ejercicio consiste entonces, en hacer una mirada de las carencias. Y en consecuencia, las políticas y planes se convierten en un listado de acciones orientadas a suplir esas carencias, técnicamente identificadas por el consultor.

Sin embargo, nuevas aproximaciones al proceso de toma de decisiones sobre lo público hablan más bien, de construir una visión o visiones propias del futuro de cada sociedad y partir de ellas para ordenar acciones que conduzcan, no sólo a superar las carencias, sino a encontrarse con el sueño de sociedad que se quiere construir. Esta perspectiva plantea retos, pues las visiones de futuro de una sociedad no pueden ser construidas o diagnosticadas por un técnico experto. Los sueños individuales de futuro solamente pueden ser construidos por los sujetos; y los sueños colectivos de futuro solo pueden ser construidos por esos sujetos en procesos de interacción como sociedad, es decir, a partir de escenarios y procesos comunicativos.

La planeación entonces, deja de ser meramente técnica y se convierte en un proceso básicamente político. Una dinámica que implica la interacción, la información, la deliberación, la construcción de consensos y disensos, así como la generación, seguimiento y evaluación de compromisos de acción. Este es el fundamento central de la planeación participativa, que se constituye no como una opción, sino como una necesidad básica para las dinámicas de toma de decisiones sobre lo público. Desde esta perspectiva, los diagnósticos se convierten en consensos sobre las limitaciones y potencialidades que una sociedad tiene para construir su sueño; y a la vez, se incorporan nuevas variables y categorías al proceso de definición de una sociedad, que superando la relación pobreza-desarrollo, incluyen la capacidad de construir autonomía, libertad, reconocimiento e identidad como sociedad.

Surge entonces la pregunta: ¿quiénes son los actores clave en la toma de decisiones sobre lo público y cómo involucrarlos en el proceso?

Hablemos en primera instancia, de los actores académicos. Son ellos los responsables de la técnica y el conocimiento, por supuesto estratégicos para la toma de decisiones, ya que posibilitan el insumo de información y evidencias y las metodologías que orientan los procesos de investigación diagnóstica y evaluativa. Sin embargo, ¿son los actores académicos y los procesos de generación de conocimiento verdaderos interlocutores sociales de la ciencia? Generalmente, no. No siempre esta academia tiene la capacidad de dialogar con la sociedad sobre la cual produce conocimiento, en una relación de inter-sección y mutuo aprendizaje; con una producción de conocimientos orientada a la inserción social y con un reconocimiento a su vez, de los conocimientos y las dinámicas de la sociedad.

Están también, los actores del poder burocrático, ésto es, aquellos que la dinámica orgánica de la sociedad designa para tomar decisiones sobre lo público en diferentes instancias del estado. ¿Están ellos en capacidad de tomar aquellas decisiones que incluyen los diversos intereses de la sociedad? Supongamos que en ellos prime la racionalidad técnica por encima de los intereses privados, que en muchos casos se privilegian al momento de formular políticas o planes públicos; aún así, su modelo racional de toma de decisiones podría criticarse, en tanto las decisiones más racionales no siempre son las más convenientes para la población beneficiaria. El poder burocrático enfrenta problemas como la dificultad para identificar necesidades de información; la asincronía entre tiempos de la investigación y tiempos políticos; la creencia de los políticos de que los investigadores no responden sus preguntas; la falta de consideración por parte de los políticos, del alcance de las tecnologías y las reacciones del público.

Igualmente forman parte de este proceso, los medios de comunicación masiva, en cuanto contribuyen con la difusión del conocimiento social y la configuración de imaginarios y percepciones sociales. Sin embargo, ¿incluyen los medios en sus agendas los intereses y perspectivas de los diferentes actores? Los observatorios reportan grandes desequilibrios en la información de los medios sobre y desde los diversos actores, ya que privilegia en la mayoría de los casos, a los actores políticos y económicos. Se plantean entonces preguntas como: ¿es siempre ésta una situación intencional consecuencia de las directrices de los medios? ¿hace parte de los hábitos de periodistas y comunicadores en el proceso de producción de comunicación? Según la teoría de la Agenda Setting, una vez los medios posicionan los temas de su agenda en la agenda pública, se producen presiones para que estos temas hagan parte de la agenda de gobierno y se generen políticas y programas en tal sentido. Pero ¿qué posibilidades reales existen de ampliar el rango de participación de la academia y de otros actores como los movimientos sociales en la agenda de los medios?

Y finalmente, está lo que podría denominarse como la sociedad, entendida como conjunto de organizaciones y personas con unos valores, unas culturas y un territorio compartidos. Alrededor de ella podrían formularse preguntas como las siguientes: ¿Hasta qué punto la estructura del estado permite o estimula la participación de la población en la formulación de las políticas públicas? ¿Cuáles son las creencias y actitudes de la población acerca de la política y el gobierno? ¿Hasta qué punto las actitudes afectan la participación de la población en la formulación de políticas públicas? ¿Cuáles son las capacidades comunicacionales de la población para acceder y usar la información y el conocimiento para la toma de decisiones?

Es importante destacar también, cómo los procesos en los cuáles se construyen consensos y decisiones de carácter plural, incorporan asimetrías inherentes a todo proceso de negociación, es decir, situaciones en las que los actores que los constituyen, no gozan de las mismas condiciones y capacidades para participar e influir de manera efectiva en las decisiones. Esto es, capacidad para construir su punto de vista, hacerlo escuchar, hacerlo reconocer y validarlo en las decisiones. Estas asimetrías pueden expresarse en la voluntad de participar, en el conocimiento de las reglas de juego, en la valoración del conocimiento, en la información, en la capacidad de negociación, en el locus de control o percepción de la propia capacidad de influir en las decisiones, en las relaciones de poder, entre otras.

Es precisamente este panorama el que evidencia la necesidad de consolidar la participación de los diferentes actores clave en los procesos de toma de decisiones, de tal forma que éstas se puedan fortalecer con la inclusión de diferentes miradas.

Pero, ¿qué se entiende entonces por participación? La literatura coincide en que existen diferentes niveles de participación: la información, que implica el acceso de los diferentes actores a la información básica sobre los programas y políticas; la consulta, que les permite opinar y expresar opiniones o datos sobre los problemas relacionados con las temáticas; la iniciativa, que consiste en la formulación de sugerencias por parte de los agentes participantes, destinadas a resolver problemas o situaciones específicas; la negociación y concertación, o el acuerdo de dos o más actores de ámbitos iguales o diferentes, que definen la solución más conveniente para un problema y los medios para ejecutarla; y la co-gestión, entendida como manejo de un conjunto de recursos de muy diversa índole, destinado a ejecutar las acciones necesarias para obtener un resultado final. Es importante tener en cuenta que estos últimos dos niveles implican la incidencia en la toma de decisiones y la movilización ciudadana.

Es en esta perspectiva del fortalecimiento y consolidación de la participación donde aparece con mayor importancia, el rol de la comunicación. Entendida ésta no solamente como el proceso de generación o intercambio de información entre gobernantes y gobernados, sino como un proceso de construcción colectiva de sentidos y significaciones en relación con varios aspectos: el futuro, las limitaciones y potencialidades para construirlo, las políticas necesarias para orientar la acción, las acciones específicas a desarrollar por parte de los diferentes actores clave, la forma y el sentido de la evaluación y sobre el rol que cada uno de los actores debe jugar.

Para que la participación sea posible, se requiere entonces, generar escenarios, procesos y capacidades de comunicación adecuados. Cuando hablamos de escenarios y procesos hacemos referencia a la necesidad de repensar los previstos en las dinámicas de planeación y crear otros desde la perspectiva comunicacional, que garanticen efectivamente, la visibilidad de los intereses de diversos actores y las condiciones más equitativas posibles, para que todos puedan incidir en las decisiones. Para ello es importante a su vez, la generación de capacidades comunicacionales en los diversos actores, de manera que se puedan superar las asimetrías descritas anteriormente. Estas capacidades comunicacionales estarían orientadas a los diferentes niveles de participación y podrían ser, entre otras: capacidades para el acceso, uso, producción y socialización de información; capacidades para la elaboración de un punto de vista propio con suficiente solidez para aportar cuando se es consultado; capacidades para la argumentación y des-argumentación en los procesos de deliberación; capacidades para la construcción de consensos; y capacidades para asumir compromisos y realizar seguimiento a los mismos en un nivel de co-responsabilidad.
Estas capacidades comunicacionales posibilitarían entonces, no sólo la generación de herramientas para que los diferentes actores construyan sus propias apuestas, sino la capacidad de concertar con otros sueños colectivos de sociedad, las políticas y acciones que les permitan avanzar y los compromisos que posibiliten el seguimiento y evaluación de los avances. Es este uno de los campos en el cual es evidente la contribución de la comunicación para el cambio social.
Fuente: Son de Tambora nº 133