11 de mayo de 2009

Violencia y Religión - Presentación


La violencia se tornó un hecho masivo en las sociedades contemporáneas, llegando al punto de constituir un verdadero desafío para la conciencia moral de nuestro tiempo. Su generalización se presenta como una paradoja en el momento en que no sólo tenemos una amplia comprensión de los fenómenos naturales y sociales, del avance del saber científico y de las conquistas de la razón, sino también una conciencia del valor y del respeto por la vida que parecían afirmarse de una manera indiscutible.

Es justamente en el siglo que recién se terminó y en éste que se inicia, que la violencia se presenta en sus formas más insidiosas, más impúdicas, con un grado de refinamiento que supera muchos períodos crueles de la historia de la humanidad. Genocidios y torturas "científicamente" organizados, persecuciones de todos los matices, depuraciones raciales y "limpiezas étnicas", éxodo forzado de poblaciones enteras y grupos sociales indefensos; terrorismos de forma inhumana; segregación y /o exclusión económica, racial y religiosa. Todas son conductas individuales y colectivas que se traducen nada más y nada menos que en un simple y cruel deseo de destruir al prójimo, siendo ésta una realidad que se hace siempre más cotidiana.

Como si esto no bastara, el desarrollo técnico científico dio origen a nuevas formas de coerción moral y física que posibilitan la manipulación y la violación de conciencias, siendo una verdadera industria de violencia y restricción de la libertad. Estas formas de violencia son, probablemente, mucho más dañinas, ya que tratan de encerrar al individuo en una red invisible que manipulando hábilmente las motivaciones, aprisiona en la medida en que él se siente más libre. Organizadas técno-científicamente, estas formas de coerción moral son insensibles, ya que sorprenden la conciencia cuando la encuentran indefensa, adueñándose de la voluntad de los individuos. Tal vez por esto se constituya en la forma más amenazadora de violencia y en el más grande desafío para el futuro. Pues contra la brutalidad explícita se puede suponer una reacción que se imponga por ella misma. Al mismo tiempo que las técnicas de adiestramiento y condicionamiento tratan de conquistar la connivencia y complicidad de aquellos que están enredados en sus redes.

Tal vez la más diabólica victoria de la violencia sea no dejar a nadie fuera de su abrazo tentacular. No debemos dejar de advertir, necesariamente, que estamos todos involucrados. Todos somos víctimas de una historia patológica. Y el secreto para que haya una “cura” colectiva, un proceso solidario de cura, está en tomar conciencia de ese proceso y asumir que estamos todos enfermos de este mal o, por lo menos, convalecientes.[1]

Reconocer la carga de agresividad y violencia que se encuentra en todos y en cada uno de nosotros es el único camino posible para orientarla hacia otra dirección. Tomar otro camino y lograr una aproximación a los poderosos y violentos con actitudes y palabras que tengan la esperanza de sensibilizarlos.

Otro camino a recorrer es saber que no se trata sólo de un problema personal, sino que es estructural. Estructuras que significan condiciones de comercio totalmente equivocadas e injustas, deseos de hegemonía por parte de las grandes potencias, despilfarro de riquezas en la corrida armamentista y en la explotación de las naciones más pobres. Son un desafío a la conciencia de la humanidad y una llamada a la responsabilidad de todos y de cada uno[2].

La ideología de la modernidad, por otra parte, ensalzando el éxito, la eficiencia, la fuerza, contribuye a que la violencia vaya encontrando cada vez más justificaciones de la ciudadanía en el mundo en que vivimos. El mismo mantenimiento del status quo es causante de violencia, intuyendo una “razón armada”, que se arma y justifica la cultura que defiende el poder estimulando su uso indiscriminado.

Falta el sentido de la vida, que está caracterizado por la búsqueda desenfrenada del “tener” en cambio del “ser”, y por el despilfarro de los propios bienes que son consumidos vorazmente y entran con rapidez en estado arcaico. Este estado de cosas crea siempre nuevos ídolos amenazadores que ponen la violencia como medio justificable para perseguir su fin, que en realidad no es más que otro medio.[3]

Las relaciones humanas a nivel más personal pasan por esta valoración del tener, generadora de violencia. Las relaciones entre marido y mujer, entre padres e hijos, entre amigos y compañeros, en fin, entre las personas en general, están empapadas de violencia. Éstas, careciendo casi totalmente de gratuidad terminan en reemplazar la misma presencia (ocupada en alcanzar éxito y ganancia) por regalos materiales; la substitución del don de sí por cosas, o también por castigos en caso de desagrado; termina generando personas desequilibradas y, consecuentemente, igualmente violentas.[4]

Si volviéramos nuestra atención a las sociedades latinoamericanas en particular, veríamos que en ellas la violencia es un fenómeno omnipresente. Entre nosotros, en nuestro país, la violencia se manifiesta prácticamente en todas sus formas, desde la más banal, como la agresión física, armada o no, insignificante o brutal, hasta la más insidiosa como la segregación económica y racial, pasando a aquellas formas televisivas que no sólo manipulan las conciencias, sino que también acaban por reproducir y trivializar la violencia institucionalizada como expresión de nuestra sociedad.

Consecuentemente hace que la violencia deje de ser un escándalo moral y político para un número considerable de nuestros conciudadanos.[5]

La violencia, por lo tanto, para cualquiera en el mundo, y particularmente en América Latina, está lejos de ser un tema teórico. Al contrario, de una manera horrendamente concreta, entra en casas y cuerpos, amenaza la vida en todas sus dimensiones y deja por donde pasa un rastro de muerte y destrucción.[6] Alcanza e implica todos los sectores de la vida, incluso la religión.

Violencia y religión

Uno de los mayores problemas de la humanidad en este inicio de siglo XXI es la relación entre religión y violencia. Lo reconocen todos los que observan los hechos y grupos sociales.[7] La violencia cubre el planeta en muchos de sus puntos más importantes, muchas veces está estrechamente relacionada con la religión, sus fanatismos y subproductos, como por ejemplo el fundamentalismo de toda especie, las “guerras santas”, las “limpiezas étnicas” y otros.

Sin embargo, los análisis hechos sobre este fenómeno frecuentemente permanecen en la superficie de las cosas, reteniéndose sólo la urgencia de los “integralismos” de toda especie, evidenciando especialmente sus reflexiones sobre el fundamentalismo musulmán.[8]

En cambio nos parece que la cuestión es en verdad más amplia y profunda. No sólo involucra el fundamentalismo en sí, sino también a muchas de las prácticas religiosas y las mismas religiones, incluso las grandes religiones del Occidente y las monoteístas. Las involucra en términos de comprensión y de práctica.

El tema de la violencia y del mal- y, por contraposición, también el de la no violencia- está, por lo tanto, en el centro de la reflexión hodierna sobre la religión y el fenómeno religioso. Por esto, nos parece que igualmente y no menos debe estar en el centro del pensamiento teológico cristiano occidental. Se lograría a través de él aportar iluminaciones verdaderamente primordiales y- osaríamos decir- definitivas para todo el pensamiento ético y religioso que se elabora sobre esta cuestión en este fin de siglo.

Es inevitable la constatación de que la violencia empapa toda la historia humana, desde la antigüedad hasta nuestros días, presentándose con un rostro multifacético, abarcando desde los juegos del circo romano, la tortura, pasando por el genocidio, el terrorismo, el infanticidio, y otras formas variadas de violencia.

Por otro lado, es importante ubicar la violencia en su propio horizonte, o sea más allá de los límites de lo que es lógico y razonable, ella está ubicada en el campo de lo irracional y, por lo tanto, de lo perturbador. En este sentido el tema de la violencia limita con algo que es también impensado racional y filosóficamente. Algo que emerge de lo ilógico y perturbador: el amor, el deseo, la bondad, la fe, la comunicación con el Trascendente.[9]

El objetivo de esta investigación y de la reflexión que de ella se genera es ubicar la raíz más profunda de la violencia: reconociendo aquí la contribución indispensable de las ciencias sociales en el análisis de sus causas remotas e inmediatas, pero no deteniéndonos en ellas, tratamos de ir más allá, hasta donde el análisis de la realidad da lugar a la reflexión de los fundamentos sin presupuestos, de todo lo que es humano.

El interés primordial de esta investigación, es la posibilidad real de una ética fundada en la articulación de cosas verdaderas y, sin embargo, poco reconocidas por las ciencias empíricas, como el amor y la verdad, creadores de libertad y donadores de un ethos de paz y de no violencia. Nos interesa contribuir modestamente al descubrimiento de caminos hacia una ética constructiva, que respete los derechos individuales y colectivos y recoja elementos para la crítica de una ética destructiva y suicida. Nos interesa, por fin, una ética que abra caminos para el ethos del amor, y deje el camino libre a la teología.

Ese camino abierto está ligado a la comprensión del ser humano como ser provisorio y de paso. Ser de pasión y ser "pascual" (de paso). El ser humano no está llamado a construir su sabiduría y su ética en cuanto "ciencia del mal". Es la violencia que lo aflige y lo extermina. Nuestra sociedad de hoy está llamada a reflexionar, para descifrar sus propios enigmas, con una "antología relacional" que invierte las ecuaciones y crea, partiendo de lo ilógico que es el amor, una nueva lógica.[10]

Por lo tanto, en este libro nos proponemos tomar como primer marco de un recorrido metodológico, algunos textos paradigmáticos de la Biblia cristiana, Antiguo (AT) y Nuevo testamento (NT). Partiendo de estos textos, trataremos de discutir la cuestión de las raíces bíblicas de la violencia, o mejor dicho, de la comprensión y reflexión que el pueblo de Dios y la primer comunidad hicieron sobre la conexión que percibían entre su Dios creador y deseoso de vida en plenitud y la violencia presente en las relaciones humanas y estructurales, que destruían y disminuían esta misma vida.

En seguida, en el deseo de ampliar nuestra reflexión sobre la ligazón entre la religión y la violencia, consideraremos otras tradiciones religiosas, buscando percibir como tratan y viven esta dolorosa y delicada cuestión. En la imposibilidad de abrir aquí todo el abanico de religiones del mundo occidental hoy, nos limitaremos a las dos tradiciones monoteístas, el Judaísmo y el Islamismo. Sus semejanzas y diferencias con el cristianismo, serán nuestro primer y más amplio abordaje, nos ayudarán a, por lo menos, iniciar una incursión en este tema que nunca se termina, que no es de hoy, sino de todos los tiempos, y nos deja la impresión de robustecernos, mirando que pasan los años y la humanidad, teóricamente, madura.







[1] HÄRING,B. El Evangelio que nos sana,. San Pablo. Paulina,1992. p.21.
[2] Ibid. P.53.
[3] Ibid. P.81.
[4] Ibid.
[5] CF. Los datos que nos proveen científicos sociales brasileños como ZALUAR, A. crimen y castigo vistos por una antropóloga, Río de Janeiro. In: BINGEMER, M.C. Y BARTHOLO jr., R dos Santos (Orgs.), Violencia, crimen y castigo. San Pablo: Loyola, 1996. pp55-84; así como también SOARES, L.E et alli. Una radiografía de la violencia en Río de Janeiro”, ibid, pp.85-113. V. tb. O. n. 19 de los cuadernos MAGIS de fe y cultura, editados por Centro Loyola de fe y cultura, especialmente las contribuciones de Rubem César Fernández, Domício Proença y Jacqueline Muniz, Leila Lindares, Miguel Pereira y Alcivam Paulo de Oliveira. (Libro Viva Río)
[6] Ibíd
[7] Para citar apenas algunas manifestaciones de la violencia “permanente” en términos mundiales, el conflicto perenne entre árabes y judíos, que resultó en el reciente asesinato del primer ministro Ytzhak Rabin y en la muerte de innumerables civiles, entre ellos jóvenes y niños, el conflicto que se viene arrastrando desde hace años, de Bosnia con enorme violencia y barbarie, el crecimiento de los diversos tipos de fundamentalismo y las manifestaciones neo- nacistas en la Europa Central.
[8] V. Por ejemplo las numerosas publicaciones que salen a la luz últimamente en las cuales la noción misma del fundamentalismo se vuelve casi sinónimo de Islamismo, olvidándose de otras violencias en las cuales están involucradas otras religiones.
[9] V. BARBOSA,W.do Vale. Violencia y filosofía. In: BINGEMER,M.C. y BARTHOLO Jr.,R. dos Santos (Orgs.), Violencia, crimen y castigo. pp. 117-130
[10] BINGEMER, M.C. De la violencia a la misericordia. En: Violencia, crimen y castigo. pp 12-13
Fuente:


LUCCHETTI BINGEMER, Ma. C., Violencia y religión, confrontación y diálogo, La Crujía Ediciones, Colección Huanacauri. Buenos Aires, 2007. pp. 9-14

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