11 de mayo de 2009

El Error de No Tener un Plan

Por Sandra Crucianelli
Enero 2000

Sandra Crucianelli es reportera, investigadora y docente para varias oranizaciones internacionales. Ha ganado varios premios uera de su país, como un premio de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP) y una beca de la Fundación Reuters. Comenzó a ejercer periodismo en 1979 en Bahía Blanca, Argentina. En esta ciudad trabaja como conductora del informativo de Canal 7, donde en 1997 fundó una unidad de periodismo de investigación.
Si hace 10 años el mayor problema que teníamos los reporteros investigadores eran las limitaciones editoriales y comerciales de las empresas en las que trabajábamos, ahora la dificultad principal parece circunscribirse al acceso a la información.

La venta de los medios familiares a corporaciones, por un lado, y una mayor apertura mental observada en ciertos medios, han hecho que las dificultades se trasladen de eje: en el presente nuestro escollo más importante parece ser la imposibilidad de obtener documentos en las esferas oficiales.

En esta materia Latinoamérica no es un paraíso, sino más bien un caos. En nuestros países hay una tendencia muy marcada a convertir lo público en privado y viceversa. Los funcionarios no entienden todavía que las constituciones tienen consagrado el derecho del acceso a la información a los ciudadanos y, en su lugar, las peticiones de los periodistas o de cualquier persona son archivadas en algún cajón de los laberintos institucionales que conforman el poder.

Este no es un problema de partidos políticos. Todas las administraciones padecen la misma enfermedad: ocultar información, un mal grave cuyo blanco en realidad no son los periodistas investigadores, sino la sociedad toda.

La realidad indica que en muchos países no existen leyes que garanticen el acceso a la información. También se dan casos en los que las leyes sí han sido sancionadas, pero carecen de reglamentación.

En realidad, la cuestión se remite a una cuestión de voluntad política. Todos los gobiernos saben que es imposible garantizar la transparencia total de los actos públicos y por consiguiente, no estarán dispuestos a entregar el material que podría llevar al quiebre de una gestión.

“Todos tenemos un muerto en el armario”, me dijo hace poco un político, convencido de que tanto oficialismo como oposición, tienen cosas que esconder.

Un plan de acción
En un reciente encuentro de periodistas, que tuvo lugar en El Salvador, escuché al periodista brasileño Rosental Calmão Alves decir que los medios que fracasaban eran aquellos que no tenían una estrategia de negocios definida, capaz de posicionarlos en el público, convirtiéndolos en sus preferidos.

A las pocas horas, una idea me vino a la cabeza. Si los dueños de medios necesitan un plan de negocios para que sus productos triunfen, ¿a qué estrategia apelamos los periodistas para hacer nuestro trabajo más eficiente? Cuando hablo de eficiencia no me refiero a las condiciones curriculares, profesionales y académicas de los periodistas, sino a aquellas herramientas que hacen que nuestro trabajo luzca completo, capaz de poner luz donde hay sombra. Y en periodismo de investigación, esas herramientas, son los documentos. Sin ellos, podemos hacer poco o nada.

Nos quejamos porque no tenemos leyes y porque los funcionarios nos retacean información documental, pero ¿hacemos algo para quebrar esa tendencia?

Necesitamos un “plan de acción"
Otra patología contagiosa parece dominarnos. Es el síndrome de la queja estéril. Su principal síntoma es ese pataleo al que apelamos los periodistas cuando observamos los primeros signos del mal, aun cuando sabemos, de antemano, que de esa forma no solucionaremos nada.

Necesitamos un plan de acción. Ponernos de acuerdo en algunas cosas básicas. A la necesidad de hacer negocios de los empresarios, debemos contraponer la necesidad de luchar por nuestras armas de trabajo: la libertad y las pruebas documentales de la corrupción.

¿En qué podría consistir un plan de acción para reporteros investigadores?
1) En primer lugar, debemos dejar de quejarnos sólo en las mesas de café, frente a nuestros colegas, y en los foros de periodismo. Es cierto que nos sirve para desahogarnos, pero con eso sólo no obtenemos nada. Lo primero que deberíamos hacer es denunciar constantemente este tema en los medios en los que trabajamos. Puede ser a través de pequeños artículos en los diarios en los que trabajamos, o como editoriales de opinión en radio o TV. Cada vez que se nos niega un documento, decirlo, y reclamar públicamente.

2) Ocuparnos del tema tratando de establecer legislación comparada. La gente debe saber qué nivel de acceso a la información tienen otras personas en diferentes partes del mundo. Investigar y difundirlo.

3) Promover reuniones entre legisladores y periodistas. Los que tienen la responsabilidad de legislar tienen que saber el problema que nos afecta como comunidad.

4) Los periodistas debemos entrevistar a abogados, congresistas y personas relacionadas con este tema. Tenemos que exigir que cada parte responsable de que el problema no se solucione expida su opinión sobre esto. Sus palabras quedarán registradas y al menos constituirá un antecedente para las generaciones futuras.

5) Cuando solicitamos información, si no obtenemos resultados, debemos enviar la petición por escrito. Si no nos contestan o si nos niegan el dato, debemos decirlo. Si el pedido es relevante, podemos solicitar un “habeas data” a través de la justicia o un recurso de amparo. No descartar la vía judicial para pedir un documento. Si el fallo es positivo, sentará un precedente jurídico que ayudará a otros periodistas. Haga historia.

6) Ejercitar regularmente la costumbre de la petición. Pedir aunque no le contesten, aunque sean datos que ya conocemos o que no nos interesan. Lo importante es poner en funcionamiento el mecanismo y por ende, el sistema.

Petición
Este plan de acción está incompleto. Necesitará de la ayuda de todos mis colegas latinoamericanos. De todos aquellos que aporten ideas para que las barreras del no acceso a la información, sean finalmente rotas.

Aunque nuestras democracias son incipientes y frágiles, vivimos en estados de derecho. Es un punto a nuestro favor.

La batalla, recién está empezando.



Fuente: Tomado de la página web Pulso.org

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