20 de agosto de 2009

La experiencia de la Subsecretaría de Economía Social y Solidaria de la Municipalidad de Rosario

Omar Isern y Pablo Suárez

Un conjunto de militantes sociales nucleados en el grupo Obispo Angelelli de Rosario asumió en diciembre de 2003 la Subsecretaría de Economía Solidaria, perteneciente a la Secretaría de Promoción Social de ese municipio. El objetivo del grupo es impulsar el surgimiento de proyectos de economía social que permitan generar inclusión laboral, en una ciudad con una de las tasas de desocupación más alta del país. También buscan avanzar en esas políticas a través de procesos participativos que involucren a todas las organizaciones sociales con las que se vinculan en procesos de trabajo.

El Grupo Obispo Angelelli se reivindica como “parte de un movimiento eclesial al que se le pueden poner de apellido la opción por los pobres” y reúne a militantes de las comunidades eclesiales de base, la Mesa de Encuentro Barrial, centros comunitarios, asambleas barriales y organizaciones no gubernamentales.

El actual subsecretario de Economía Solidaria de la Municipalidad de Rosario, Omar Isern, y el coordinador general de la Subsecretaría, Pablo Suárez, dialogan sobre cómo fue el pasaje del trabajo en las organizaciones sociales a la función pública, las acciones implementadas para fortalecer la participación social en las políticas municipales y la estrategia para fomentar el asociativismo desde el Estado local.

¿Cómo llegaron a este espacio?
O.I.: En este momento somos funcionarios públicos producto del trabajo en las organizaciones sociales. El nucleamiento de organizaciones hizo posible que contribuyéramos con un sublema en la elección del intendente y que, luego, se generara una Subsecretaría para que pudiéramos desarrollar nuestras ideas.

De la organización social al Estado

¿No perdieron el espacio entre las organizaciones luego de llegar al gobierno?

O.I.: No, lo mantuvimos. Ese es uno de los riesgos que no queríamos ni queremos correr, que nos gustara este sillón y quisiéramos quedarnos acá de por vida. Eso no le hace bien a nadie. En todo caso, si nos quedamos, es para mantener el mismo espíritu con el que llegamos, pensando que estamos representando a un sector de la población. En el momento que nos olvidemos de esto, vamos a comenzar a ser infieles a lo que nosotros mismos nos propusimos. Tener un anclaje con las organizaciones, entablar discusiones permanentes con ellas nos ayuda mucho. No estoy idealizando esto, y hay cosas que no me terminan de conformar, pero estamos hablando de un nucleamiento de 60 organizaciones que están haciendo un proceso juntas, donde buscamos superar las situaciones particulares, sin dejarlas de lado, pero poniéndonos como objetivo formular políticas públicas.

¿No hubo problemas en el espacio?
O.I.: No, al contrario. En nuestra organización ahora decimos que hemos participado electoralmente y somos parte de un frente electoral. Como tal, queremos conservar nuestras raíces, nuestra pertenencia de organizaciones sociales, pero ir por más, y no en el sentido de cargos, sino para defender que las políticas públicas sigan teniendo esta dirección y que puedan ser formuladas y diseñadas teniendo en cuenta nuestra opinión como militancia de base. En nuestra organización hemos trabajado en los últimos tiempos una cantidad de producciones que parten de la base de discusiones generales pero, además, poseen cuestiones particulares que guardan relación con nuestros recorridos de los barrios. De alguna manera, esto es aprovechar el conjunto de los conocimientos de las organizaciones para proponer políticas públicas y, a la vez, dar soluciones concretas. En este agrupamiento hay desde instituciones de fútbol infantil, vecinales, comedores, sociedades de fomento; muchas tienen una trayectoria de muchos años y, en otros casos, son de reciente formulación.

La asociatividad como propuesta política

O.I.: Vemos el asociativismo como una necesidad imperiosa de esta sociedad individualista del “sálvese quien pueda”. Es un valor que hemos experimentado en nuestros lugares de pertenencia todos aquellos que nos preocupa lo social. Por otro lado, los niveles de pobreza y exclusión que tiene esta sociedad nos obligan a juntarnos con otros para pensar una sociedad distinta. El asociativismo es una herramienta en este camino de búsqueda de una sociedad mejor. Estamos convencidos de que la única forma de sacar adelante una sociedad es el cara a cara, porque también en este sentido hay demasiadas expectativas puestas en lo electrónico. No se convoca a una manifestación por Internet o por una lista de correo electrónico. Es una herramienta válida para comunicarnos con regularidad y mantenernos informados entre pares, pero sólo el compromiso, el poner el cuerpo, permite desarrollar acciones concretas. La crisis de los partidos políticos, la falta de credibilidad en la partidocracia clásica, hizo que busquemos refugio en organismos intermedios. De ahí, la proliferación de tantas organizaciones de base o intermedias que buscaban un modelo nuevo de sociedad han sido cooptadas por los partidos. Más aún, han sido promovidas para reemplazar al clásico local partidario.

¿Qué políticas implementaron para la promoción de la asociatividad?
O.I.: En Rosario tuvimos una experiencia interesante, ya que el gobierno municipal, sobre todo desde la crisis de fines de los 90 y principios del 2000, tuvo la voluntad política (a partir del mandato del ex intendente Hermes Binner) de acoger una cantidad de propuestas que vinieron en tromba desde la sociedad hacia un gobierno que se consideraba el más cercano, como es el Municipal. Se tomaron esas propuestas y se armaron foros permanentes, sobre todo para trabajar la emergencia en el momento más duro de la crisis. Se acompañó al conjunto de las organizaciones en el proceso e incluso se las apoyó para que fueran a dialogar con la intendencia y reclamar lo que necesitaba la ciudad. Eso generó una gran confianza de las organizaciones hacia el gobierno municipal. A partir de ese momento, si bien con anterioridad había una estrecha relación entre organizaciones y programas de promoción social, salud o cultura, esa relación se multiplicó hasta el infinito, al punto de convertirse en política de gobierno.

¿Cómo se estimula la participación social desde el Estado?
P.S.: La participación fue, de alguna manera, el respaldo para sostenerse durante la crisis de representatividad. Desde nuestro lugar en las organizaciones no podíamos imaginarnos otra cosa que no sea seguir charlando y discutiendo con el gobierno local políticas sociales que evitaran la profundización de la crisis. Había una coincidencia en las organizaciones: siempre se intentó marcar una diferencia con la política neoliberal que postulaba el “sálvese quien pueda”. Buscábamos una salida lo más colectiva posible, lo más asociada posible. Ahora bien, ese asociativismo era bastante informal. En el diálogo con el Estado fuimos tomando una mirada más de conjunto.

O.I.: Lo que vemos ahora, pasados seis años de ese momento crítico, es que esa cultura del reclamo ha ido virando hacia exigencias de otro tipo, de otra calidad, si bien sigue habiendo bolsones de pobreza preocupantes. En algún momento el reclamo era “queremos trabajo digno”, entendiendo por trabajo el asalariado. Esa idea de trabajo digno se ha resignificado hacia “quiero ser artífice de impropio destino”. Esto no se puede generalizar, pero en nuestra Subsecretaría es una constante. Hoy el subsidio que se da a los emprendimientos que comienzan, que es absolutamente necesario, no alcanza. Muchos ya no quieren un subsidio, sino un crédito, y se comprometen a devolverlo. Nos está faltando, y en eso estamos empeñados para la próxima gestión, en generar un fondo de microcrédito que pueda ser utilizado y apropiado por lo productores populares.

P.S.: Nosotros estamos potenciando un proceso que se viene dando socialmente. En el año 2001, lo más votado en presupuesto participativo en el distrito donde vivo fueron cajas de alimento, y en segundo lugar medicamentos. Ahora buscás esto en las propuestas y no está.

¿Han tenido oportunidad de discutir esta mirada con funcionarios de otros municipios?
O.I.: Difundimos la propuesta en la medida de nuestras posibilidades. Para hacer algo así se requiere voluntad política, lo cual no se encuentra en todos lados ¿Por qué no está? No lo sé. No es alo natural, sino que se va aprendiendo.

¿Cuáles han sido las dificultades en esta tarea de promover la asociatividad?
O.I.: Hay resistencias internas desde el Estado, porque hay métodos de contratación probados y que sabemos cómo funcionan. Nosotros tenemos el Servicio Público de la Vivienda, que es una organización autárquica de la Municipalidad encargada de construir soluciones habitacionales. Dentro de este servicio está el Plan Hábitat, que trabaja sobre asentamientos irregulares promoviendo el ordenamiento del mismo y construyendo viviendas nuevas para quienes no pueden quedar en el lugar. Todo esto se hace con un trabajo participativo entre los equipos técnicos y las personas beneficiarias. Cuando nosotros llegamos a la Subsecretaría nos encontramos con que las cooperativas no podían participar en este tipo de iniciativas porque se trabajaba con créditos del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) que expresamente prohibían su participación en los proyectos. Tuvimos que plantear que si el BID apuntaba a promover el desarrollo local, la promoción de que las organizaciones de trabajo fueran autónomas y localizadas en el ámbito del Municipio era fundamental. Era un contrasentido lo que se hacía, pues sólo se podían contratar a empresas privadas. Esa fue una tarea titánica, donde tuvimos que vencer resistencias a crear nuevos instrumentos. Hace tres años que se viene haciendo este trabajo y se logró que las cooperativas puedan ser contratadas por un sistema de licitación exclusivo. Ahora, están participando unas 20 cooperativas de trabajo y, entre todos los servicios públicos, serán unas 60 en total.

P.S.: La otra resistencia es el preconcepto de que las cooperativas no tienen la calidad ni la capacidad para dar finales de obra, cualquiera sea la característica. Sin dudas algo de eso hay, pues el grado de informalidad de muchas cooperativas es alto y no hay continuidad. Pero hay que considerar que se rompió toda una cultura de trabajo. Por tanto, pedirle a la cooperativa que de buenas a primera tenga calidad es demasiado. Además, vimos que con el tiempo mejoran.

O.I.: Lo interesante, además, es que los funcionarios fueron modificando su mirada y comenzaron a percibir no sólo la obra, sino un montón de otras cosas que se daban. A veces hablamos de innovación y pensamos en tecnología, en cosas maravillosas. En estos casos, la innovación ha sido generar la posibilidad de que muchos trabajen y que se repartan económicamente beneficios en forma más equitativa.

El vínculo desde el Estado con las organizaciones sociales

¿Cómo se plantean la relación con las organizaciones sociales?

O.I.: Este proceso fue acompañado por las organizaciones sociales, que han ido ofreciendo sus capacidades. Las organizaciones nos fueron planteando qué podían hacer y qué necesitaban que le sostuviéramos. Hay gran cantidad de organizaciones, casi una red, que reciben alguna ayuda del Estado. Sin esto, el Estado Municipal tendría que crear una estructura tan grande para atender todo eso que conviene participar a la sociedad de las responsabilidades. Desde ya esto no es perfecto, no estoy haciendo una apología de la relación, pero es una realidad.

P.S.: Esta forma de gestionar es parte de una concepción política que nos está hablando de la ciudadanía y el Estado como un gestor que garantice que los espacios públicos pasen a ser ocupados por la ciudadanía. Con el correr del tiempo vamos aprendiendo que no somos la economía solidaria, sino gente de las organizaciones sociales en el Estado que tienen que favorecer su desarrollo en el seno de la sociedad. Es una cuestión de poner el Estado al servicio de los sectores populares.

O.I.: La mayor parte del presupuesto el Estado lo consume en sus necesidades. Nosotros propiciamos el re-direccionamiento de las compras del Estado a este sector de la economía. Hay un ejemplo muy paradigmático con Rosario. Veinte años atrás se creó la Dirección de Cooperativas y Mutuales y hace 10 años un instrumento legal permitió al Estado Municipal contratar de forma directa a las cooperativas de trabajo que se inscriban y tengan la lealidad necesaria. Este instrumento no se usaba, pues había mucha desconfianza hacia las cooperativas. Ahora, con esa plata se paga mantenimiento urbano, mantenimiento de zanjas, de espacios verdes y estamos incorporando otros rubros.

¿Qué tensiones se generan entre estas políticas participativas y el clientelismo que aún debe subsistir en muchos sectores?
O.I.: El daño que se ha hecho con la relación clientelar, “te doy pero me das”, no se revierte de un día para otro. Está subyacente esto de “necesito, por lo cual me conviene estar cerca del poder”. Esto no está superado, hay que seguir trabajando. En nuestra Subsecretaría hemos sido muy cuidadosos de que todo el mundo tenga la atención que necesita de acuerdo a su situación y no a su pensamiento político, y eso a la larga ha sido una gran fuente de adhesiones. Y, es justo decirlo, uno busca la adhesión a determinadas políticas, no a personas o líderes circunstanciales, pero sí a pensar una ciudad y un sistema de relaciones humanas distintas.

P.S.: Desde la Subsecretaría nos proponemos mejorar los ingresos de los sectores populares a partir de la generación de autoempleo. Aún no tenemos los indicadores necesarios para evaluar y tener una mirada crítica, pero observamos los grupos familiares asociados dentro de un determinado tipo de emprendimientos, que trabajan en redes con otros emprendimientos, comercializan en la feria y sostienen relaciones con la gente de los distritos, han mejorado su calidad de vida. Es decir, no sólo hablamos de ingresos, sino de relaciones con otros a través de la cultura, la salud, la capacitación, el trabajo en común con alguna maquinaria o compras comunitarias. Muchas de estas cuestiones no son impulsadas por nosotros, sino que se están dando entre ellos.

O.I.: Esto no es el resultado del accionar de una Secretaría, hay una confluencia de factores que en esta ciudad han permitido este crecimiento. Esto nos demuestra que este camino es posible.

¿Qué tipo de fortalecimiento necesitan estos espacios?
P.S.: Se están nucleando para armar su propia asociación de productores. Esa es una señal importante: en determinado momento lo que necesitan los emprendimientos es volumen.

O.I.: Necesitan hacer un salto cualitativo y cuantitativo. Cualitativamente, se necesita que cada emprendimiento tenga un componente asociativo importante, que el grupo que comienza tenga una serie de valores, una mirada del mundo; y cuantitativamente, pues lo que se da son muchos emprendimientos individuales o familiares y, cuando descubren que desde su grupo familiar o desde el individualismo tienen un techo bajo, aparece la necesidad del asociativismo entre emprendimientos, y eso es muy valioso. Esto lo estamos promoviendo, buscamos que se generen espacios de confianza y de construcción de objetivos comunes. En el caso de las cooperativas, una de las grandes preocupaciones es que no sean sólo una institucionalidad, sino que se transforme en un modo de vida. Esto no existe sistemáticamente, lo promovemos, buscamos que prime el espíritu cooperativo, que no haya cooperativas donde el que la promovió sea el presidente vitalicio o el dueño.

P.S.: Desde el Estado estamos haciendo una redistribución de la inversión hacia este sector, lo cual te permite intervenir en estas cooperativas para que tengan un ordenamiento diferente, pensar el tema de la rotación de las autoridades, la cantidad de socios, garantizar que los que van a trabajar sean socios y conozcan sus derechos.

¿Cómo lograr esa democracia dentro de las cooperativas?
P.S.: Nos tenemos que dar una estrategia de formación, pues todo esto es algo que estamos pensando y elaborando pero sobre lo cual no hemos avanzado sistemáticamente y se da en algunos casos, pero aún no con todos.

O.I.: Es muy importante el origen de cada cooperativa, quién lo promueve. Desde la Subsecretaría nos preocupamos que el curso inicial para conformar la cooperativa esté hecho, las cooperativas se pueden formar sin asistencia nuestra, libremente. Nosotros promovemos la conformación de cooperativas, pero no el control e las mismas por parte del Estado.

La mirada organizacional y la estatal

¿Hay un cambio de mirada al pasar del trabajo en organizaciones al Estado?

O.I.: Es sideral. Después de casi cuatro años de trabajo en la Municipalidad nos hemos acostumbrado a algunas cosas y a saber cómo mirarlas. Veníamos de una organización de apoyo a comunidades de base y, por lo tanto, teníamos una visión más de conjunto de Rosario. Ahora, tener que mirar toda la ciudad, ya no las organizaciones con las cuales teníamos relación o afinidad, fue apabullante. Por ejemplo, tomamos la decisión de promover el Plan “Manos a la Obra” con toda nuestra energía. El nivel de demanda que surgió en ese primer momento, sin hacer ningún tipo de publicidad, solamente por el boca a boca, fue impresionante. Llegamos a contar con más de 900 consultas por mes. Ahí dimensionamos cuál era el grado de nuestra responsabilidad, así como la insuficiencia de esta oficina para dar una respuesta a todos. Ya no se trataba del proyecto de la organización social que tiene una población objetivo de 50 familias, o el proyecto de trabajo de un grupo barrial. En ese sentido, uno de los desafíos es multiplicar los agentes municipales que tomen esa demanda y la procesen debidamente. En eso estamos limitados en nuestras posibilidades. Igualmente, presentamos 500 proyectos y más de 300 están funcionando.

Los procesos de comunicación

¿Qué estrategias de comunicación están generando para dar cuenta de esta conceptualización en la relación entre el Estado y las organizaciones?

O.I.: Hoy por hoy la estrategia de comunicación se da con cierto grado de unificación en relación a todos los programas de la Municipalidad. Tenemos una gran ventaja que es el nivel de compromiso político del periodismo de Rosario, lo cual nos facilita una gran comunicación masiva. No estoy hablando de los dueños de los medios, sino del periodista que trabaja en esos medios. No lo hemos trabajado hasta el momento como proyecto periodístico, comunicacional, de manera integral. Recién ahora lo estamos haciendo. Por ejemplo, estamos poniendo nuestras energías en conceptualizar la economía solidaria para sacarla de esta idea generalizada de que es una economía para pobres. Buscamos dar a conocer ejemplos en donde empresas sociales pueden dar respuestas en escala y, en esto, las empresas recuperadas han provocado un aporte muy importante.

Las dificultades y los desafíos

¿Cuáles han sido las mayores dificultades?

O.I.: El tema menos desarrollado son los espacios de comercialización en conjunto. En parte esto se debe a restricciones presupuestarias, pus si bien hay cosas que se hacen con poca plata, para otras se necesita inversiones importantes. Igualmente, en estos últimos años se conformó una masa crítica importante que hoy nos permite apuntar a la generación de centros de comercialización, buscar el asociativismo entre organizaciones.

¿Cuáles son los desafíos hacia adelante?
O.I.: Hay que seguir haciendo un trabajo intenso en los sectores populares, para no olvidarnos de ellos. En este sentido, hay un doble desafío. Por un lado, dar respuestas a estas nuevas realidades que se han conformado. Por otra parte, no olvidarnos de quienes siguen siendo el último orejón del tarro, evaluando de qué manera continuamos haciéndoles recorrer este camino. Nuestro desafío es crear organizaciones de trabajo más complejas, cooperativas que tengan una escala importante. Si no logramos eso, toda nuestra tarea se puede transformar en una nueva forma de asistencia. Los casos de empresas con gran desarrollo, por lo menos en nuestro caso, están contados con los dedos de las manos.

¿Cómo piensan la sustentabilidad de este trabajo?
O.I.: Estamos trabajando en una ordenanza para que la economía solidaria se consolide más allá de quien gobierne. Tenemos el proyecto redactado, que se hizo de forma participativa con todos los emprendedores que quisieron participar, y estamos recolectando adhesiones para presentar el proyecto en el Consejo Municipal. Esto es fruto de un proceso de dos años de trabajo de un equipo de la Universidad de Rosario acompañados por nuestra Subsecretaría. Esto es lo más estratégico que tenemos. Luego tenemos el espacio de discusión permanente de las organizaciones. Pero creo que el cambio importante se produce desde el advenimiento de la nueva institucionalidad. Venimos de una militancia social, política o eclesial donde la preocupación por un mundo más equitativo estaba. Ahora bien, teníamos una forma de mirar la transformación de la realidad que era inmediatista. Los cambios tenían que ser ya y, además, había que cambiar todo pues sino no cambiaba nada. Desde el ´83 para acá se produce un cambio en esta mirada, por lo menos en muchos sectores. Ha sido muy importante para todos los militantes que quedamos vivos la relación con los sectores populares, el contacto con ellos nos cambió nuestra visión. Nos dimos cuenta que los tiempos del pueblo son distintos a los tiempos de los que queremos transformar la realidad. En esto contribuyeron mucho los aportes que hicieron instituciones como el Instituto de Cultura Popular (INCUPO), que difundió un modo de trabajar con el pueblo que asimilamos muchos. Esto de crear instrumentos de educación popular para partir desde el ritmo del pueblo para pensar cambios es muy importante. Es clave trabajar al lado del pueblo sin apresurar los pasos, pero tampoco sin dejar de dar el paso que podemos. El Partido Socialista también hizo una mirada crítica de su propio caminar y tuvo la capacidad de entender que había otros que estaban pensando de otra manera y que había que apoyar. Esta apertura no se dio sólo con el Grupo Obispo Angelelli, al cual pertenezco, sino con muchos otros. La mirada que desarrollamos implica ponerse a pensar juntos qué podemos hacer y hasta dónde nos da el cuero para algo nuevo.


Procesos en construcción, experiencias y reflexiones desde lo social, Ministerio de Desarrollo Social, UNDP, Buenos Aires, 2007, pp. 135-145.

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